Publicado el Mar, 12/02/2013 - 17:29
Jorge Velosa: De cómo un país puede ser flor
Al año siguiente arribó John F. Kennedy para inaugurar la “Ciudad Techo”, barrio de la capital colombiana que como nombre adquirió el apellido del mandatario estadounidense, luego de que este fue asesinado (1963). Con el hecho también quedó frustrada la “Alianza para el Progreso”, programa de ayuda económica cuyo propósito enmarcó la construcción de esas doce mil casas en Bogotá, como parte de un conjunto de acciones con las que la potencia norteamericana pretendió salir al paso del influjo comunista, tras el éxito cubano en su revolución.
Los gobiernos latinoamericanos ejecutaron entonces una serie de acciones en los ámbitos social, político y económico, apoyadas conceptual, técnica y económicamente por los EE.UU. Con el propósito no solo de mejorar las condiciones de vida de la población rural, sino además, de lograr una inserción efectiva de nuevos productos en mercados internacionales, en la década de 1960 se promulgaron casi de manera conjunta en todo el continente, leyes para la Reforma Agraria.
Para el caso colombiano, en el mismo 1961 Alberto Lleras Camargo presenta la Ley 135 “Sobre Reforma Social Agraria”, con lo que se crea el Incora. Se inicia así una década convulsionada en la que si bien el pacto del Frente Nacional le resta impulso a la violencia bipartidista, genera un escenario en el que la proscripción de la Izquierda resulta en el surgimiento del ELN (1964-65), el EPL (1965-68) y las FARC (1964-68). Adolescente, Velosa se vio afectado como todo colombiano por tales circunstancias. Sin embargo, más allá de los comentarios de su hermano estudiante de la Nacional, no tuvo mayor conciencia de su desarrollo. Con la nostalgia de los años, posteriormente retrató la época en su canción “El caramelito rojo”:
"Mi taita cuando viajaba
de Ráquira a Bogotá
me llevaba de regalo
dulces de Zipaquirá…
Cuando ya crecí un poquito
y me echaron pa’ Bogotá
dos cosas yo quería ver
el tren y Zipaquirá
El tren porque en la cartilla
estaba cerca a la K
Y al Zipa puel’ caramelo
que llevaba mi papá"
En 1968, año en que se crea la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), mientras prestaba su servicio militar Velosa se entera que ha logrado el ingreso a la Universidad Nacional, efectivo al año siguiente cuando inicia estudios de veterinaria. Encuentra allí un medio reaccionario en el que la unidad del movimiento estudiantil vive una época de esplendor y la Izquierda ensancha su influjo en la comunidad universitaria. Transita el país por los gobiernos de Pastrana y López Michelsen, donde los alcances que tuvo la Reforma Agraria en la década anterior, se ven menguados:
"A las montañas más altas
nos obligan a subir,
dizque tamos estorbando,
a los dueños de puaquí". (1971)
"Dotor qué tendrá mi cuerpo,
porque me siento muy mal,
pus cada vez que me duermo,
yo me sueño con un pan", (1970)
Textos de la época que se suman a la cada vez menos recordada Lora Proletaria:
Además de su innato carácter y la mentalidad liberal de su padre, la Universidad Nacional de Colombia provee a Velosa de herramientas y experiencias que le animan a plantear la perspectiva crítica que caracteriza su labor. Pero en cuestión de forma, fueron el terruño y su madre los que le aportaron tan efectivo recurso como es la versificación venida de España, que con medio siglo de cocción a la sazón del campo colombiano, resultó ser un ingrediente mucho más “explosivo”.
Entonces la conjunción de uno y otro medio toma curso a través de la copla, el canto, el dicho, el refrán, la anécdota, y en consecuencia, de manera tan genial como sencilla, para finales de la década de 1970 Velosa genera el concepto que en magistral ironía encarna la esencia de un país sentido con amor y esperanza: el carranguero.
La carranga es, en principio, la carne de un animal, que si no muerto, ya está en proceso. No cualquier animal, se aclara; uno de aquellos que en vida representa considerable usufructo al depositario, custodio o dueño mismo, ya sea por servicios de su lomo, o en caso tal, la glándula mamaria. Hay que figurarse el caso, por ejemplo, ya sea la vaca o el aludido jumento, que tenga en desgracia ese animal meter sus patas en una azarosa loma y echarse a botes por su destino y una pendiente de inclinación proporcional al descenso de su precio.
Cuando no la vejez, aplica igual el atropello, el ahorque, la fractura y una variada tipología de accidentes que implican como única salida el sacrificio, si no es que en el zipizape por cuenta propia la bestia expira. Uno u otro sea el evento, se procede en discreción a recoger los restos del que en adelante se denomina carrango, y mediante un proceso complejo, oscuro, más azaroso que la loma, introducir lo que se deje en un negro y dinámico mercado carnal cuyo público objetivo se define en el consumo por ahí de empanadita, pincho y embutido "non sancto".
Y el profesional del oficio, como es de suponer: el carranguero.
"Somos hablares, historias,
copla, canto y poesía;
eso es lo que pregonamos,
eso es la carranguería,
o dicho en pocas palabras,
somos un canto a la vida".
Con estos versos se inicia un reflexivo agradecimiento en respuesta al “Honoris Carranguerorum”, el Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de Colombia el 20 de septiembre de 2012. Jorge Velosa plantea un país posible, un ser colombiano que se reinventa y potencia sus virtudes como individuo a partir de la bondad y belleza que el compositor encuentra en las tradiciones y saberes populares.
"Un ramo de flores de cien mil colores
siento que se vuelve todo mi país.
Por los cuatro puntos van apareciendo
y me voy sintiendo feliz, muy feliz.
Veo por el norte lirios y azucenas,
mantos de María, rosas y astromelias
por el occidente jazmines, pompones,
hortensias, cecilias, dalias, don cenones.
Y por todo el centro un lacito de amor,
y por todo el centro un lacito de amor".
Lejos está Colombia de tan colorido sueño. Pero hoy difícilmente alguien se impresione como tantos lo hicieron cuando en el albor de los años 1980 Velosa impactó al bautizarce carranguero. A partir de allí se inicia el proceso mediante el cual dicha denominación pasa de ser oscura “cara” a imponerse como “sello” de alcance nacional. La voltereta semántica se expresa en una historia apasionante que el maestro compartió con la Radio Nacional de Colombia en una más de las varias entrevistas que para éste medio ha concedido con generosidad. En ésta oportunidad, para el programa Grandes Músicos Colombianos.
José Perilla
Programa Grandes Músicos Colombianos, Jorge Velosa, 3 de febrero de 2013:
Parte 1:
Parte 2:
Parte 3:
Programa Grandes Músicos Colombianos, Jorge Velosa, 10 de febrero de 2013:
Parte 1:
Parte 2:
Parte 3:
Parte 4:
Fecha de publicación original Mar, 12/02/2013 - 17:29