La muerte para los cristianos | Señal Memoria

La muerte
Publicado el Mar, 01/11/2022 - 17:18 CULTURA Y SOCIEDAD
La muerte para los cristianos

En la antigüedad los cristianos consideraban que la muerte era un castigo que venía de Dios por causa del pecado original, del que fueron redimidos gracias al sacrificio de Cristo y su resurrección. Hoy se le considera como un acto de tránsito hacia la vida eterna, en la que se recibirá el premio o el castigo por los actos en la vida terrenal.


La celebración del Día de los Difuntos lleva a reflexionar sobre el significado de la muerte para los cristianos. Así las cosas, nos preguntamos: ¿qué es la muerte para ellos?

Muchos cristianos concibieron antiguamente la muerte como un castigo causado por el pecado original, el cual cambió el sentido de la vida en la tierra, que consistía en disfrutar eternamente del paraíso creado por Dios como morada de hombres y mujeres. El castigo, entonces, fue la expulsión del Paraíso terrenal hacia una vida llena de esfuerzos y sufrimientos que sólo finalizaban con la muerte. 

Pero la muerte no era el fin en sí misma sino el paso a los lugares de premio o castigo por la manera en la que se hubiera vivido en la tierra. La muerte entonces era el paso hacia la vida eterna que estaba precedida por el Juicio Final, en el que se determinaba el castigo o el premio por los actos de la vida, lo que se había logrado gracias al sacrificio de Jesús, quien con su muerte en la cruz y su resurrección abrió el camino a la otra vida, la vida eterna.

Vida y muerte permanecen unidas para los cristianos. Quienes habían respetado los mandamientos del Señor y seguido sus enseñanzas, pensaban que la vida era la preparación para la segunda venida de Cristo, que regresaría por ellos y los llevaría a la gloria eterna. Gracias a esto la muerte fue perdiendo el sentido de castigo y empezó a ser concebida como el tránsito hacia el lugar del goce eterno al lado del Dios creador. De esta manera fue desapareciendo el temor a la muerte para los hombres y mujeres justos, temor que se mantuvo en los cristianos pecadores, quienes la percibían como el tránsito al lugar de castigo por sus pecados.

Esto último lleva a la concepción de la muerte que tenía San Agustín, para quien es un premio o un castigo debido a la manera en la que se ha vivido y que inicia con la inevitable muerte del cuerpo para terminar en la segunda muerte, la condenación eterna, que es más temida por los pecadores, o la gloria eterna para los cristianos buenos, quienes tienen el deber de esperar la muerte con alegría y para ello se preparan durante toda su vida. Para estos, la muerte es un nuevo nacimiento en el paraíso perdido por el pecado, al que se llegará después del largo peregrinaje por la vida.

La muerte rompe la unidad intrínseca en el cuerpo y el alma. Esta separación es necesaria para que, al desaparecer el cuerpo por su descomposición natural, el alma marche al encuentro con Dios creador, el padre eterno, el Cristo redentor y, a su lado, gozar del Paraíso Celestial.

La manera en la que se ha vivido es la que prepara el camino a la muerte. Por eso los cristianos tienen dos esperanzas frente a ella cuando llegue: la buena o la mala muerte. La Buena Muerte permite enfrentar serenamente la agonía final, pues el buen cristiano ha preparado su alma para hacer el tránsito hacia la otra vida, al cumplir con los sacramentos y mandamientos, ser caritativo y preparar su testamento; por esto, en el arte cristiano, se representa al agonizante rodeado por ángeles que ayudan en su tránsito hacia la vida eterna, mientras que al pecador se le muestra rodeado de demonios que intentan tentarle para evitar su arrepentimiento final que puede producir el perdón de Dios por su infinita misericordia y tratan de arrastrar su alma a las llamas eternas del infierno.

Esta última alegoría es mostrada al cristiano como la Mala Muerte que sufren quienes no se han preparado para enfrentarla. Se le asocia con las muertes repentinas y violentas, por lo que es deber de los fieles actuar bien

siempre con la doctrina y evitar las tentaciones de los demonios, tanto en la vida como en el momento final. En esta categoría entran los asesinatos clandestinos, las muertes de personas sin que se sepa quién los cometió y sus circunstancias, pues la mentalidad popular las atribuye a maldiciones o castigos por actos pecaminosos, así no se sepa cuáles, pues se consideran como sanciones de Dios, con la excepción de la muerte de los mártires y de los héroes, que mueren en defensa de la religión o de sus vecinos. 

Mala muerte es el suicidio, pues sólo a Dios le corresponde dar y quitar la vida. El suicida es indigno para los cristianos y por lo mismo su sepelio no puede ir acompañado de los ritos sagrados ni sus restos reposar en campo santo, lo que establece una diferencia con culturas orientales o romanas antiguas en las que el suicidio formaba parte de las prácticas de honor.

La preparación de la muerte, además de la vida religiosa institucional y privada, incluye algunos recursos para tranquilidad de los moribundos, tales como la extremaunción, las indulgencias plenarias que implicaba el perdón de los pecados cometidos y la redención de las almas que estaban en el Purgatorio, donde, como su nombre lo indica, se “purgaban” los pecados como requisito previo para pasar al cielo. Todo eso daba tranquilidad a quienes estaban en el trance de la muerte. Aunque la Iglesia católica ha eliminado el purgatorio como espacio de tránsito a la vida eterna, este aún permanece en la mente de muchos cristianos.

La muerte entonces es para los cristianos una posibilidad de pasar a la vida eterna, para otros es el fin lógico de un camino que se recorrió por largos años, mientras que muchos lo asumen como un descanso ante los sufrimientos terrenales. Sin embargo, estas concepciones no eliminan el temor natural frente a la muerte, temor que se sintió durante la Edad Media con sus diferentes pestes, en la Edad Moderna con la viruela o, en el siglo XX, con las pandemias producidas por las influenzas o la Covid-19, épocas en las cuales las religiones ofrecieron espacios de refugio y resignación frente a una voluntad divina inexplicable. En estas circunstancias la resignación y el miedo a la muerte van a llevar a que muchos cristianos retornen a la religión como espacio de preparación ante la muerte inevitable.

En resumen, podemos decir que el cristianismo ofrece a sus seguidores la salvación del alma después de la muerte. Brinda tres posibilidades: el cielo, la morada de Dios para los que han cumplido sus preceptos; el purgatorio que, aunque la nueva doctrina católica niega su existencia, persiste en la mentalidad de muchos cristianos como el espacio último de purificación antes de llegar al lado del Señor, y el infierno al que irán los condenados por la gravedad de sus pecados.

 


Autor: Alonso Valencia

 

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Fecha de publicación original Mar, 01/11/2022 - 17:18