Septiembre es el mes del Patrimonio Cultural desde 1998, cuando por iniciativa del Ministerio de Cultura se designó el noveno mes del año para reflexionar sobre la importancia de reconocer, salvaguardar, conservar, proteger y difundir los valores culturales de todas las regiones del país. Sin embargo, antes de la Ley de Cultura de 1997 era muy poca la conciencia de preservación patrimonial que teníamos como colombianos y en muchas ocasiones donamos o aceptamos el tráfico de nuestros bienes culturales sin lamentar su pérdida para la nación. Hoy más que nunca se hace necesario recordar su relevancia.
Patrimonio en peligro
Cartagena nuevamente está en la lupa de todos los interesados en la salvaguarda del patrimonio cultural. No hace mucho, La Heróica protagonizó una polémica al verse comprometido el entorno del castillo de San Felipe ante la construcción de un edificio por fuera de su zona de influencia; y recientemente la conservación de la ciudad amurallada se vio afectada por la decisión de una entidad privada de pintar sus murallas. No muy lejos de allí, en 2008 en Soledad, Atlántico, el cura párroco mandó a repintar una escultura de San Antonio de Padua del siglo XVI, generando gran afectación en la talla policromada.
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Casos como los mencionados nos hablan del constante trabajo que debemos hacer para concientizarnos sobre la importancia de la preservación de nuestro patrimonio cultural. Si bien en el campo legislativo ya se ha dado un salto enorme al incluir en el artículo 72 de la Constitución de 1991 al patrimonio arqueológico como bienes inalienables, inembargables e imprescriptibles; y al redactar la Ley de Cultura de 1997 sobre los bienes culturales materiales e inmateriales, al día de hoy siguen existiendo afectaciones a nuestro patrimonio cultural.
El robo de 82 obras de la Casa Museo Efraín Martínez en Popayán, o el hurto de la campana de media tonelada de la iglesia de San Antonio en Cali, en 2013, son solo ejemplos que nos demuestran que hay que reforzar el carácter identitario de nuestro patrimonio como bienes de valor histórico y no económico.
Seguramente el primer paso para llegar a un nivel de concientización de la salvaguarda de nuestro patrimonio sea dejar de reconocerlo como “tesoro”. Esa idea se difundió principalmente en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX cuando la guaquería aún era una actividad lícita que incentivó la excavación de numerosos yacimientos arqueológicos en pro de comercializar piezas precolombinas.
Dos casos marcaron un antes y un después en el tema de la guaquería en Colombia. El primero de ellos es el recordado caso de la excavación del “Tesoro Quimbaya”, como se le conoció a la extracción de más de 130 piezas arqueológicas en 1890 en una población cercana a Filandia, Quindío, con el beneplácito del gobierno nacional. Del hecho habló el artista y antropólogo Pablo Gamboa Hinestrosa, en diálogo con Clara Inés Ospina Calderón en el programa radial Punto de Encuentro.
Ospina Calderón, Clara Inés (Directora). (2002). Punto de Encuentro. [Periodismo de opinión]. Colombia: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-077505-03.
Aunque en octubre de 2017 una sentencia de la Corte Constitucional confirmó la orden judicial que solicita al Estado colombiano realizar las gestiones necesarias para repatriar el “Tesoro Quimbaya”; como lo explica Gamboa, el hecho de ser una donación del gobierno nacional para zanjar una disputa limítrofe con Venezuela, hace casi que imposible que dicho patrimonio retorne al país.
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El segundo caso fue el saqueo de la cultura Malagana en 1992, cuando en la Hacienda Malagana, en el corregimiento El Bolo, San Isidro, municipio de Palmira, Valle del Cauca, se halló un número indeterminado de tumbas indígenas que rápidamente atrajo a guaqueros y curiosos que en cuestión de días desaparecieron el hallazgo arqueológico más importante del siglo XX.
Piezas arqueológicas de la cultura Malagana. Extraído de: Programar Televisión (Productor). (1995). Noticiero de las siete N7: 1983-2001. [Noticiero] [Tomas de apoyo de la exposición de piezas de la cultura Malagana]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064168.
Piezas arqueológicas de la cultura Malagana. Extraído de: Programar Televisión (Productor). (1995). Noticiero de las siete N7: 1983-2001. [Noticiero] [Tomas de apoyo de la exposición de piezas de la cultura Malagana]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064168.
Otra pieza que se fue para quizá nunca volver es la llamada “Corona de los Andes”, laja tallada en oro y ornamentada con esmeraldas en el siglo XVI en Popayán, luego de que la ciudad colonial se encomendara a su patrona, Nuestra Señora de la Asunción, para superar una epidemia de viruela. Como ofrenda por los favores recibidos, la feligresía payanesa, por orden del arzobispo de la ciudad, mandó a esculpir una corona para la talla en madera de su Virgen que no es otra que la Inmaculada Concepción o Virgen Apocalíptica. La corona, que solo se usaba en la escultura para procesiones y festejos religiosos de gran relevancia, estuvo custodiada por más de cien años por una familia de cofrades, que a inicios del siglo XX la vendió al estadounidense Warren J. Piper.
En 1995, el nieto de Piper decidió vender la corona a través de la reconocida casa de subastas Christie's y aunque la entonces primera dama de la nación Jackie Strauss de Samper intentó pujar en nombre del gobierno colombiano, esta no obtuvo comprador oficial ese día. El Noticiero de las siete N7 cubrió la noticia desde Londres, cuestionando la expatriación de este importante bien cultural.
Programar Televisión (Productor). (1995). Noticiero de las siete N7: 1983-2001. [Noticiero] [Subasta de la Corona de los Andes]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-063984.
Como se sabe, la “Corona de los Andes” llegó al Museo de Arte de Nueva York en 2015, donde se exhibe actualmente. Mejor suerte ha tenido la custodia “La Lechuga”, tallada entre 1700 y 1707 por el orfebre José de Galaz. Las custodias, como se recordará, hacen parte del ajuar católico y es en ellas donde se exhibe el Sacramento u hostia. En el periodo colonial fue común que la Iglesia mandara a tallar imponentes custodias, como esta que perteneció a la Compañía de Jesús hasta 1985 cuando los jesuitas la vendieron al Banco de la República.
Conocida como “La Lechuga” por contar con 1.485 esmeraldas, además de otras piedras preciosas, perteneció a la iglesia de San Ignacio por dos siglos, sorteando las dos expulsiones a las que se vieron sometidos los jesuitas, en 1767 por decisión del rey Carlos III y en 1850 por el presidente José Hilario López, además de la expropiación de bienes de la Iglesia por mandato del presidente Tomás Cipriano de Mosquera en 1861. En este documental fílmico producido por la Dirección Nacional de Información y Prensa (DINAPE) en los cincuenta, alcanzamos a ver la custodia todavía en manos de la Compañía de Jesús:
Dirección Nacional de Información y Prensa (Productor). [ca.1957]. Arte religioso en Bogotá. [Documental]. Colombia: DINAPE. Archivo Señal Memoria, UMT-202507.
Desde que pasó a manos del Banco de la República, La Lechuga ha salido dos veces del país: en 2015 para participar de la Feria de Arte de Madrid - ARCO y en 2016 para visitar Portugal y el Museo del Louvre en París, pero ya desde la concepción de Bien de Interés Cultural (BIC), lo que ha permitido que este patrimonio colonial siga presente en nuestro país sin riesgos de comercialización o robo, pues está resguardada en la sala de custodias del Museo de Arte Miguel Urrutia, bodega de alta seguridad.
En definitiva, aunque los esfuerzos estatales son cada vez mayores para que veamos al patrimonio cultural por su valor social e identitario y no comercial, todavía falta mucho en la concientización de protección de los vestigios que salvaguardan nuestra memoria histórica. Que este mes sea un motivo más para reflexionar sobre la conservación y divulgación de nuestros bienes materiales e inmateriales.
Autora: Viviana Arce