Por: Claudia Bautista
Los programas educativos de la División de Televisión Educativa y Cultural de Inravisión buscaron complementar el currículo de colegios y escuelas colombianos.
A finales del siglo XX, la televisión educativa y cultural no encontró el camino para superar el lenguaje y el modelo que fueron tan exitosos en sus orígenes y se vio cruelmente enfrentada con producciones infantiles internacionales emitidas en la televisión nacional.
Los cursos televisados de los años sesenta eran diseñados desde una administración central y los maestros en las regiones seguían guías rígidas y estandarizadas para su aplicación en clases en que los alumnos consumían pasivamente los contenidos de la TV educativa.
Los tiempos cambiaron y la idea de una escuela cerrada cambió hacia una visión de la formación como una experiencia en la que la familia, la cultura y la sociedad influyen constantemente, hasta que en 1994, la Ley General de Educación invitó a que cada institución tuviera su propio proyecto educativo.
Mientras la pedagogía en Colombia avanzó a pasos gigantes, buena parte de la televisión educativa conservó hasta finales del siglo XX el aspecto de una lección transmitida desde un salón de clase y su impacto en la sociedad fue cada vez menor.
A comienzos de los años noventa Inravisión intentaba mantener la calidad de la programación de la educación básica primaria por televisión, a pesar de la carga burocrática y la notable reducción en los recursos de producción y buscó la asesoría de la UNICEF para evaluar los contenidos del Canal 3.
En 1993, esta versión editada de la identidad de la franja educativa de la Cadena 1 que se conserva en el archivo audiovisual de RTVC, daba inicio a segmentos de programación que incluían programas de corte pedagógico, producciones extranjeras y especiales como la transmisión de conciertos de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.
