Cultura y sociedad | Señal Memoria

Cultura y sociedad

Colección que agrupa los documentos relacionados con temas de interés general, expresiones artísticas, manifestaciones y producciones culturales originadas por los diferentes tipos de poblaciones en el país.

Mitos e historias que marcaron el desarrollo e idiosincrasia de la compleja sociedad estadounidense, fueron objeto para las reflexiones que Aaron Copland (1900-1990) planteó de muy diversas formas a través de su creación musical. Una noción de identidad algo pintoresca, se retrató durante los años 1930 con obras como su célebre ballet “Billy the kid”, cuya trama apela a un tema recurrente en diversos medios a lo largo del siglo XX, como lo fue el de las truculentas aventuras del oeste. Estrenado en 1938, “Billy the kid” mantiene su vigencia gracias a los continuos montajes realizados en las temporadas norteamericanas. De manera posterior el compositor elaboró una suite orquestal que él mismo se encargó de grabar para esta celebrada publicación discográfica del año 1970.

La interpretación del clavecín, circunscrita a labor de selectos especialistas al despuntar el siglo XX, encontró un mayor número de exponentes en la generación que sobrevino a la figura de Wanda Landowska (1879-1959). Igor Kipnis (1930-2002) es recordado tanto por su interés en la sonoridad del instrumento original como por su versatilidad interpretativa, volcada en una sorprendente cifra de discos que supera las 100 publicaciones. A la par con las obras de los siglos XVII y XVIII, incluyó en su repertorio curiosas adaptaciones para clave del repertorio pianístico, del jazz y la música popular. Kipnis fue un gran propulsor de la relativa popularidad con la que hoy cuenta la sonoridad del clavecín. Más que ilustrativa resulta la estética pop de la carátula utilizada para esta publicación de 1976.

Aquí se encuentra una ilustrativa grabación del estilo interpretativo desarrollado en los años centrales del siglo XX, para el clavecín, en particular, y la llamada música antigua, en general, dentro del surgimiento de la HIP (historically informed performance). Se trata de las “Variaciones Goldberg” BWV 988, a cargo del célebre Gustav Leonhardt (1928-2012), grabadas en 1953. Sobre los pasos de Wanda Landowska, sin ser su discípulo directo, Leonhardt profundizó la concepción historicista del repertorio en aspectos básicos como su mismo instrumento, de marca Neupert, un paso adelante frente al clavecín Pleyel de Landowska. Si bien es una sonoridad que actualmente tampoco se reconoce como propia del clavecín canónico, fue un marcado avance.

En la figura de Béla Bartók (1881-1945) se conjugan el espíritu vanguardista europeo característico del temprano siglo XX y los alcances logrados en el estudio y sistematización de prácticas musicales tradicionales del contexto campesino. Entre uno y otro aspecto, su obra sienta un paradigma a partir del cual se emanciparon fuerzas creativas alrededor del mundo. Del año 1955, se presenta aquí una importante grabación del “Concierto para Orquesta” Sz.116, obra tardía escrita en 1943 tras la comisión realizada por Serge Koussevitzky, por sugerencia del propio Fritz Reiner. Motivado por las difíciles circunstancias que tuvo Bartók en los años finales de su vida, Reiner suma esta a una serie de acciones tendientes al mantenimiento del compositor en la palestra musical, durante el exilio voluntario que tuvo en los EE.UU tras la ocupación alemana de su Hungría natal.

 

La obra de Raúl Mojica Mesa (Laguneta, Guajira, 1928 – Bogotá, 1991) parte de un interés en diversas músicas tradicionales de Colombia, particularmente aquellas localizadas en el Caribe. Ajeno a una concepción meramente nacionalista, el compositor se incrusta en la diversidad estética que durante la segunda mitad del siglo XX, con dificultades proporcionales al genuino espíritu de vanguardia, se abrió camino en el medio musical colombiano. En ese contexto, sorprende la publicación en 1988 y 1990 de dos volúmenes con la obra del compositor. La grabación estuvo a cargo de músicos activos en el establecimiento musical capitalino.

Con el siglo XX la viola expande sus horizontes y las constantes solicitudes que realizó el solista Lionel Tertis (1876-1975) produjeron un significativo incremento del repertorio. Como respuesta directa se cuentan obras de Gustav Holst y de Ernest Bloch con su Suite Hebraïque (1951). Se destacan los conciertos de William Walton, Bohuslav Martinu y Béla Bartók, a pesar de que este último encontró la muerte en 1945 antes de finalizar su partitura. La terminación de la pieza fue asumida por su discípulo Tibor Serly (1901-1978), quien se tomó cuatro años más. El “Concierto para viola y orquesta” Sz.120, fue estrenado en 1949 por el escocés William Primrose, quien lo había comisionado al compositor. Esta grabación (1950?) reúne a Primrose y Serly. De fondo en la elocuente carátula, los borradores de Bártok.

Los Conciertos para viola en Sol Mayor TWV 91:G9 y en Re mayor Op.1, escritos por Georg Philipp Telemann y Carl Stamitz, respectivamente, constituyen una muestra de la escasa producción orquestal enmarcada entre los periodos barroco y clásico, que haya sido escrita para el instrumento desde sus posibilidades como solista. Se suman el Concierto en Do menor de Johann Christian Bach; el Concierto en Si menor de Georg Frideric Handel y la Sinfonía Concertante en Mi bemol de Mozart. Es solo hasta el siglo XIX, con mayor protagonismo de la música de cámara, que la viola pudo emanciparse de su rol primordial como instrumento acompañante. Se cuenta aquí con una de las escasas grabaciones como solista de Hienz Wigand, realizada en 1963.

Solo hasta bien entrado el siglo XX, pudieron ser superadas cierto tipo de casillas ideológicamente construidas, que constituyeron una idea distorsionada de la llamada música clásica. En un pasado no muy lejano fue común pensar que este no era campo de participación para afrodescendientes, con la consecuente exclusión ideológica y política. No obstante, es llamativo el hecho de que en contextos sensibles a la discriminación, como lo es EE.UU, se haya contado con una generosa cantidad de compositores afro de renombre. Es el caso de William Dawson (1899-1990), reconocido por numerosas versiones corales y orquestales de Negro Spirituals, además de su Negro Folk Symphony. El estreno de esta última, en 1934, estuvo a cargo del propio Stokowski. Luego, en 1952 el compositor revisó la obra bajo el influjo de esquemas rítmicos hallados en un viaje por África occidental.

Los compositores estadounidenses William Grant Still (1895-1978) y George Walker (1922), junto al nigeriano Fela Sowande (1905-1987), pertenecen a la generación de músicos afrodescendientes que de manera precursora se abrió paso en un medio musical hasta entonces dominado ideológicamente por la raza blanca. Still, con amplia gama de composiciones, fue pionero en los dominios de la dirección orquestal y sus obras se interpretaron en grandes auditorios de Europa y América. La versatilidad de Sowande se expresó tanto en la música popular como en el ámbito erudito londinense; Walker, por su parte, ha recibido comisiones de importantes orquestas de los EEUU. Las obras aquí reunidas cubren un periodo comprendido entre 1930 (Sahgdji, ballet) y 1955 (African Suite, para orquesta de cuerdas).