Ficha Técnica
Solemos pensar en los desastres naturales como ruidosos y abundantes: un huracán que arrasa con todo a su paso, un volcán que escupe llamas, un terremoto que ruge desde el centro de la Tierra para tumbar ciudades enteras. Desastres naturales que desbordan la copa, la explotan y todo —dolor, muerte, desplazamiento, incertidumbre— se derrama sobre la gente, indefensa. ¿Qué pasa, pues, cuando la copa se seca? ¿Cuando ni una gota la baña? ¿Qué pasa cuando el problema no es una inundación estruendosa sino una sequía tan silenciosa que no hay nada más?
Hoy, 17 de junio, es el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Según la ONU, “las sequías se encuentran entre las mayores amenazas para el desarrollo sostenible, especialmente en los países en desarrollo, aunque bien es cierto que cada vez son más las naciones ricas afectadas. De hecho, las previsiones estiman que para 2050 las sequías afectarán a más de las tres cuartas partes de la población mundial”. O sea que esta amenaza silenciosa solo seguirá expandiéndose y golpeando a más personas: desde que el siglo XXI empezó, ha aumentado el 29 %. Hoy hay más de 2.300 millones de personas que sufren de escasez de agua.
Para el 2023, esta fecha del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía se concentra en las mujeres, que suelen ser las más afectadas cuando el agua escasea. Por eso la ONU llama a invertir en la igualdad, en el acceso de las mujeres a la tierra y en los bienes asociados, pues es una inversión directa en su futuro y en el futuro de la humanidad. En esa línea, escuchemos más sobre las sequías en la zona más desértica de Colombia, una en la que las mujeres wayuu juegan un rol predominante: La Guajira. En 2015, El Atardecer entrevistó al antropólogo Weildler Guerra para ilustrar este panorama.
Autor: Santiago Cembrano