Ficha Técnica
Las verdes montañas del Eje Cafetero se visten de cafetales, plátanos, cañas de azúcar, palmas de cera. Las acompañan sonidos de golondrinas, sirirís, tórtolas, monos aulladores, ranas, abejas, mariposas y demás fauna que allí habita. Sobre sus caminos se perciben los rastros de sus historias, de aquellas que llevaron a declarar al Paisaje Cultural Cafetero como parte del Patrimonio Mundial el 25 de junio de 2011.
La riqueza de este paisaje no se limita a su biodiversidad, sino a la interacción entre los seres humanos y la naturaleza. No se trata de áreas prístinas de los departamentos de Quindío, Caldas, Risaralda y del norte del Valle del Cauca. En cambio, son espacios de los que se han apropiado las personas y los han transformado para sentirlos suyos. Por eso, a las plantas y animales los acompañan las casas blancas, con tejas de barro y destellos de color. Por sus trochas andan yipaos, esos carros abarrotados de bultos de café, bananos y demás productos de la región.
Aunque los vehículos motorizados ronden por el paisaje, también lo hacen las mulas (las hijas de yeguas y burros). Ellas trabajan en las montañas en compañía de los arrieros. Las duplas laboran en el Eje Cafetero desde el milenio pasado, cargando mercancías para alimentar poblaciones tanto de la zona, como de otros sectores del país. Sus faenas son uno de los ejemplos de cómo la naturaleza y las personas se vinculan en sus cotidianidades. El siguiente fragmento audiovisual de 2007 de la serie Culturama muestra las características del arriero.
Los lazos con el territorio que apreciamos en la actualidad tienen sus bases en la colonización antioqueña, cuando en los siglos XVIII y XIX familias de Antioquia llegaron a la zona. Se fortaleció la economía artesanal alrededor del café, eje que continúa siendo destacado en la región y alrededor del mundo.
Por: Laura Lucia González.
