Ruanda: la paz en una nación dividida | Señal Memoria

El 7 de abril de 1994 inició el genocidio en Ruanda. Uno que se ejecutó durante cien días y que dejó más de 700.000 muertos. Las víctimas pertenecían a la etnia (o casta) tutsi, mientras los victimarios fueron los hutus. Estos últimos atacaron luego de que el avión en el que se transportaban dos presidentes de origen hutu (el de su país y el de Burundi) fuera derribado. Sin pruebas, acusaron a los tutsis de lo sucedido y los asesinaron con machetes.

Las diferencias entre ambos grupos se relacionan con el colonialismo. Ruanda fue adjudicada a Alemania y después a Bélgica. En la primera mitad del siglo XX, los belgas promovieron la discriminación hacia los hutus, mientras fortalecieron a los tutsis con diversos privilegios. En los años sesenta, los hutus tomaron fuerza y ganaron las elecciones al ser la mayoría, motivo por el que los tutsis perdieron estatus.

Las matanzas fueron promovidas por las frecuencias de radio del país, en las que se propagaban mensajes de odio. El mundo sabía lo que estaba pasando, pero no lo detenía por los intereses que las potencias tenían en los minerales de la región. Solamente rescataron a los “blancos” que se encontraban en la zona, mientras dejaron que los tutsis fallecieran. En julio de 1994 el Frente Patriótico Ruandés puso fin al genocidio cuando se apoderó de Kigali, la capital del país, y buscó la unidad nacional.  

Tras el fin de los asesinatos, se pasó a promover la construcción del país. En el pódcast Las historias de Diana Uribe, en el capítulo “Ruanda: la paz en una nación dividida”, se relatan estos acontecimientos y cómo los tutsis dejaron la venganza a un lado para escuchar la verdad por parte de los victimarios, ser restaurados y danzar para la reconciliación. En el Magacín internacional se comentó cuál fue el rol del Tribunal Penal Internacional ad hoc que creó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para este caso.