La Primera Guerra Mundial empezó el 28 de julio de 1914 y terminó el 11 de noviembre de 1918, hace poco más de un siglo, tras un armisticio entre Alemania y los Aliados: ambos bandos reconocieron que no tenían nada más para dar. Después vinieron unas condiciones fortísimas para Alemania, como reparaciones económicas, ocupación del territorio y la entrega de todas las armas. Este armisticio y el sentimiento de humillación que dejó en Alemania, fueron una plataforma sobre la que escalaron grupos de extrema derecha como el de Adolf Hitler y el nazismo.
La Primera Guerra Mundial empezó el 28 de julio de 1914 y terminó el 11 de noviembre de 1918, hace poco más de un siglo. Ese día se firmó el armisticio entre Alemania y los Aliados. Todavía persistirían algunos combates, pero ese acuerdo acabó la guerra mundial. El resultado fue la entrada total del siglo XX, diez millones de muertos, veinte millones de heridos, un mundo en crisis y la sensación de alivio de que todo había terminado. Entonces no era la primera, solo la llamaban la Gran Guerra. No era posible imaginar que vendría otra veinte años después, aún más letal.
Este programa de Las joyas de la corona explica cómo estalló la Primera Guerra Mundial:
Señal Memoria Sistema de Medios Públicos. Señal Memoria. Las joyas de la corona [La Primera Guerra Mundial]. Archivo Señal Memoria, AD047327.
En 1914, las cosas en Europa iban bien. No de manera excelente, pero bien. No se preveía una guerra entre países que comerciaban entre sí y cuyas realezas estaban relacionadas. Así, la guerra se extendió mucho más de lo que la mayoría pensaba cuando estalló tras el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austrohúngara. Se extendió mucho más tanto en el tiempo como en el espacio, cuatro años y activa de África a Europa, de América a Asia. Por eso todos estaban listos para acabarla con un acuerdo y no con una victoria o derrota total. Así sucedió con el armisticio de octubre de 1918 entre el Imperio Otomano y los Aliados y entre el Imperio Austro-Húngaro e Italia. Y así también llegó el armisticio entre Alemania y los Aliados que empezó a apagar las llamas que estaban devorando a Europa.
Los armisticios fueron reconocimientos mutuos de que no había nada más por dar, el tanque estaba en E y, sobre todo, la certeza de que esa era la forma de acabar con la muerte y el sufrimiento. Los aliados de Alemania (otomanos y austrohúngaros) habían caído y estaban rodeados por los británicos, franceses y estadounidenses. Por eso propusieron un acuerdo que los Aliados aceptaron porque invadir Alemania habría requerido demasiado esfuerzo y, de nuevo, muerte. No hubo mucha negociación y Alemania tuvo que aceptar a regañadientes todos los términos que le fueron impuestos. Sacaron a sus tropas de Francia, Bélgica y Luxemburgo, entregaron todas sus armas y maquinaria y volvieron derrotados a casa, que fue ocupada por los Aliados hasta 1930. Fue un armisticio y a la vez una derrota contundente. Bueno, con diez millones de muertos no hubo ganador, fue una derrota contundente para todos.
Dos meses después del fin de la Primera Guerra Mundial y el armisticio hubo una conferencia en Versalles (Francia) para acordar los puntos finales. Los Aliados se demoraron en ponerse de acuerdo, pero cuando lo lograron los términos fueron durísimos, como que Alemania debía pagar lo que hoy serían 492 mil millones de dólares en reparaciones. Esta situación creó un profundo resentimiento en Alemania. Y ese resentimiento fue una plataforma para discursos de venganza y de volver a hacer grande a Alemania, como el discurso del naciente Partido Nacional Socialista y su líder Adolf Hitler. De ahí han surgido preguntas importantes sobre cómo se debe cerrar una guerra, si aplastar al oponente puede ser contraproducente a largo plazo, si hay formas nocivas de hacer la paz. En parte es historia contrafáctica preguntarse si otra forma de cerrar los enfrentamientos armados no habría desembocado en el infierno que Primo Levi describió décadas más adelante. En todo caso, hay una conexión clara entre el armisticio que acabó la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Así estaban las cosas en Alemania tras la Primera Guerra Mundial:
Contexto histórico de Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Bogotá: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-074318-03-SER001CPTDGW.
Esta reacción tuvo que ver con que, antes de los términos agresivos del armisticio, los alemanes no se sentían derrotados. El nacionalismo había enarbolado los sentimientos patrióticos de la población, que creía que su ejército estaba a punto de tomar París. De hecho, los soldados fueron recibidos como héroes, no como perdedores. Por eso el armisticio fue recibido como una bofetada en toda la cara, una gran traición. Que resultara en una gran hambruna solo le echó más sal a la herida. Grupos de extrema derecha, incluido el de Hitler, respondieron con discursos de antisemitismo: para ellos la culpa de la humillación de Alemania la tenían los judíos, además de los socialistas y los pacifistas. Como cuenta Adam Hochschild en The New Yorker, los que firmaron el acuerdo fueron nombrados como los traidores de noviembre. En 1921, el jefe de la delegación negociadora, Matthias Erzberger, fue asesinado.
Los países aliados recuerdan el 11 de noviembre de 1918 como un día de paz. Hay ceremonias, desfiles, minutos de silencio y discursos. En su momento, el presidente estadounidense Woodrow Wilson señaló que ese día estaría lleno del orgullo solemne del heroísmo de aquellos que murieron para salvar a su país, así como de gratitud por la victoria. En Gran Bretaña y los países de la Commonwealth este día es recordado como Remembrance Day o Remembrance Sunday. Ese 11 de noviembre de 1918, el armisticio se firmó a las 11 am. El corresponsal del New York Times, Edwin L James, escribió entonces desde el frente de batalla: “Cuatro años de muerte y masacre se detuvieron, como si Dios hubiera pasado su dedo omnipotente sobre la escena de la carnicería mundial y hubiera llorado ‘¡Suficiente!”.
Autor: Santiago Cembrano