La Sabana de Bogotá ha sido durante milenios un escenario de experiencias de poblamiento humano. Una de ellas, de un innegable impacto ambiental y cultural, fue la fundación de una ciudad por parte de la hueste del conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada. Si bien aquel nuevo centro poblacional correspondió a las lógicas del nuevo poder de los invasores, su existencia solamente sería posible con los aportes socioeconómicos y culturales de los invadidos. Unas claves que explican por qué una ciudad sobrevivió en la altiplanicie y por qué se volvió la capital de un país.
[Localidad de Usme]. (2001). Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30 010470
La Santafé de los conquistadores
Santafé de Bogotá, como realidad espacial y jurídica, no existía antes de la llegada de los españoles. Al ser un asentamiento de los invasores sobre un conjunto de aldeas de una sociedad agraria, la ciudad naciente necesitaba establecerse en un espacio nuevo, posiblemente despoblado, aunque vecino de la aldea que los hombres de Jiménez de Quesada llamaron Teusaquillo, en algún lugar a los pies del cerro de Guadalupe. Se trataba, pues, de un espacio rival del cacicazgo muisca de la Sabana de Bogotá, cuyo señor habitaba en lo que hoy es el municipio de Funza (llamado Bogotá durante la época de dominación española). Los nombres confunden, pues la antigua Bogotá o Bacatá no está en el mismo lugar actual, sino al otro lado del río Bogotá. Por su parte, Teusaquillo tampoco es el actual barrio, sino una vieja aldea cuya ubicación fue establecida en el Chorro de Quevedo, según una tradición inventada en la segunda mitad del siglo XX.
La fundación de esa nueva ciudad transcurrió, en lo jurídico, entre el 6 de agosto de 1538, cuando el Adelantado Jiménez tomó posesión legal del territorio en el viejo Teusaquillo, y el 27 de abril de 1539, cuando se efectuó el trazado de calles, el reparto de terrenos y el nombramiento de autoridades en la actual plaza de Bolívar. Nacía así un centro de poder por y para los conquistadores, diseñado con sus lógicas de apropiación del espacio y como un polo para que los españoles continuaran su empresa de someter a los indígenas de la región. De allí salían nuevas expediciones, allí vivían encomenderos, comerciantes y luego terratenientes, desde allí se nombraban curas, visitadores, escribanos… allí poco después se instalaron oidores y más tarde virreyes…
Pero al mismo tiempo, a esa misma ciudad también llegaban indígenas, mestizos, negros y mulatos a desempeñarse como labradores, aguadoras, chicheras, tejedoras, plateros, carpinteros, alfareros, albañiles, tenderas o brujas…
Audiovisuales (Productor). (1998). Herencia. [Serie documental]. [Capillas doctrineras]. Colombia: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30 021076
La Bogotá de los conquistados
Es decir, los españoles jamás llegaron solos. Desde el tiempo de la Conquista habían llegado a la Sabana con esclavos negros y numerosos indígenas forasteros y locales, unos anteriormente sometidos u otros aliados, como los caciques de Suba y Chía que se les unieron para combatir al Zipa de Bogotá. Y frente a ellos, también estaban los conquistados: más de 500 mil agricultores que habitaban el altiplano y que aprovechaban la herencia de milenios de ocupación de ese territorio y la explotación de sus recursos. Así que la nueva ciudad de Santafé era europea en su concepción y su función, sí, pero nada podía hacer sin las aldeas indígenas que la rodeaban, que existían antes de 1538 y que le aportaron mano de obra, alimentos, materias primas y población. Los muiscas no tenían ciudades, pero su experiencia de aprovechamiento del territorio fue decisiva para que los invasores españoles pudieran levantar una ciudad en la Sabana.
Y es que la gran riqueza que encontraron los españoles, en medio de la tragedia que significó la Conquista, no era el oro, era la gente y su capacidad de aprovechar un territorio. La fertilidad del suelo, la abundancia de las aguas y la estabilidad de su clima en el altiplano eran condiciones óptimas para proveer de recursos humanos y económicos a cacicazgos, como después a haciendas y encomiendas. Así, la región más poblada de la Colombia prehispánica era ideal para instalar allí no solo ciudades sino también un importante centro de poder, una capital, aun cuando estaba lejos del mar y de ríos navegables. Eso sí, la Provincia de Tunja tenía más indígenas, pero la selva de Otanche dificultaba su acceso al río Magdalena, mientras que Santafé tenía un número indeterminado de caminos prehispánicos que la conectaban directamente con el río, los cuales jamás pudieron reeditarse y que por entonces no habían sido abandonados, pues la población indígena que los usaba no había desaparecido.
Pulgarín, J. (Director). (1998). Tome nota. [Programa informativo]. [Cabildo Muisca de Suba]. Colombia: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30 015597
Bogotá es, pues, lo que ha sido por casi cinco siglos gracias a lo que recibió de Chía, Funza, Madrid, Soacha, Guasca, Choachí y, por supuesto, de los aún más cercanos Bosa, Engativá, Fontibón, Suba, Usaquén y Usme. Sus historias son afines no solo porque estén cerca o porque la ciudad moderna las haya absorbido en un Distrito Capital o una zona metropolitana. Su historia es común porque es la historia de una sociedad culturalmente diversa y de un territorio que, a pesar y en favor nuestro, siempre ha sabido atraer culturas y personas. Algo que ha pasado desde hace 12.000, 1.400, 500 o 50 años.
Feliz cumpleaños, Bogotá.
Autor: Felipe Arias Escobar