La violencia de los años cincuenta en Colombia, se agudizó tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, tuvo algunos puntos neurálgicos. Particularmente en zonas cafeteras donde era evidente el problema de distribución de la tierra, bandoleros y guerrillas se organizaron para actuar en nombre de la causa de los terratenientes y de los desposeídos.
En el Archivo Señal Memoria encontramos un documento sonoro en el que el liberal Darío Echandía acepta el cargo de gobernador del departamento del Tolima. El documento se encuentra en nuestro catálogo con el consecutivo CD10372. Con este documento conmemoramos un año más de la muerte de este expresidente tolimense, ocurrida en Ibagué el 7 de mayo de 1989.
Tolima durante “La Violencia”
Probablemente, el Tolima fue uno de los departamentos más afectados por este conflicto. Allí estuvieron tres importantes resguardos indígenas a los que poco a poco se les fue quitando terreno: Chaparral, Ortega y Natagaima. De aquellas tierras era oriundo Quintín Lame, quien defendió a principios del siglo XX su condición de indígena y el territorio de sus ancestros.
Desde aquel entonces, las luchas adelantadas en torno a la posesión de la tierra se extendieron a otras zonas. Villarrica y Cunday, dos poblaciones a donde años atrás habían sido enviados los desmovilizados de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) empezaron a figurar, en los años cincuenta, como refugio de bandoleros liberales.
En 1955, durante el gobierno de Rojas Pinilla, las dos poblaciones fueron centro de operativos de contrainsurgencia. Para 1958, ya durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, en el departamento era significativo el número de masacres cometidas por unos y otros. Sobrenombres como “Chispas”, “Tarzán” o “Desquite” inundaban los titulares de prensa y aparecían como responsables de sangrientos hechos.
Tolima durante el Frente Nacional
El Frente Nacional fue un pacto de partidos que surgió con la promesa de debilitar aquella violencia que tantas víctimas iba dejando a su paso. Siguiendo ese propósito, Alberto Lleras, el primer presidente del Frente Nacional, decidió enviar a Darío Echandía como gobernador del Tolima. Esperaba que él, por haberse destacado en distintos momentos cruciales de la vida política del país, pudiera contribuir a contener el derramamiento de sangre.
Según lo demuestra María Victoria Uribe en su artículo “Violencia y masacres en el Tolima: desde la muerte de Gaitán al Frente Nacional” (Revista Credencial No. 18, Jun. 1991), durante la gobernación de Echandía los índices de violencia bajaron gracias a que él “inaugura un nuevo estilo de gobierno departamental (…), se ponen en ejecución diversos planes de desarrollo y se firman una serie de pactos de paz, avalados por el gobernador, entre veredas y pueblos enfrentados a muerte desde el asesinato de Gaitán”. Sin embargo, tras la salida de Echandía, la espiral de violencia retomaría su curso nuevamente.