Algunos hitos en la historia de las emisoras colombianas han sido los programas humorísticos y sus gestores. Su primera generación deambularía entre el humor regional y el paso a temas más urbanos y masivos. Nombres como Tocayo Ceballos, Montecristo y Los Tolimenses, formatos como El Pereque y La Escuela de Doña Rita o la cuota extranjera de Hebert Castro y Los Chaparrines lideraron el serio arte de hacer reír a los colombianos de los años 40, 50 y 60 a través de la radio.
Rayo, Deysa (locutora). (2016). El Atardecer: Entrevista al locutor Jorge Antonio Vega sobre los pioneros del humor en la radio. Colombia: Radio Nacional. Archivo Señal Memoria, RNDC-DGW-216380-01
En un principio, la literatura
Un tema muy popular en la formación de la nacionalidad colombiana fue la creación de estereotipos regionales que tanto en la literatura escrita como en la tradición oral alimentaron lo que podríamos llamar un “humor colombiano”. Esa empresa cultural fue liderada por tres regiones que, a su vez, forjaron por décadas la identidad de los personajes de los chistes típicos en nuestro país: Bogotá, la costa Caribe y muy especialmente la región paisa. El mérito principal en esa tarea se lo llevaría Antioquia, con una sucesión de personajes que escalaron en la literatura costumbrista, de los cuentos de Tomás Carrasquilla hasta el Testamento del paisa de Agustín Jaramillo.
El humor fue un elemento que definió la influencia cultural de Antioquia sobre el resto del país, como lo haría el Caribe con la música desde los años 40. Pero también surgió una escuela emblemática desde Bogotá, a partir de una rica tradición poética que se remonta desde la Colonia y que tomó aún más fuerza en los tiempos de la Gruta Simbólica. Por su parte, la costa Caribe respondió con una tradición expresada principalmente en la prosa (llegando hasta genios como Sánchez Juliao o García Márquez) y en la música popular, cuyo referente más conocido fueron las canciones de doble sentido de José María Peñaranda. Por supuesto, otras regiones también aportaron su cuota al mapa del humor nacional. El caso más notable lo dio Pasto, no solo por caer sobre sus habitantes aquel injusto estereotipo común a tantos países, sino también por desarrollar una resistencia local a ese viejo estigma, donde el “tonto” de los chistes pasaba a ser el que ponía en ridículo a aquellos que buscaban aprovecharse de su supuesta ingenuidad.
Martínez Salcedo, Humberto. (1963). El pereque. Colombia: Radio Santa Fe. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-073618-01
Los próceres de la radio
Mientras esto ocurría en nuestra cultura popular, nació la radio. En los años 40, cuando la radio colombiana se hizo masiva y poderosa, se abrieron espacios para los programas de humor, metiendo todas esas escuelas, tradiciones y estereotipos del humor regional. Pero el pionero no fue (como en el chiste eterno) un paisa, un pastuso o un costeño, fue un vallecaucano: Pompilio ‘Tocayo’ Ceballos. Nacido en Sevilla, Valle, Tocayo realizó programas en diferentes emisoras desde 1940, entre los que se destacó La hora de la simpatía, donde lo acompañaba en el piano Alberto Ahumada. Coplas y bambucos donde Tocayo Ceballos satirizaba la vida cotidiana con su frase “por algo será” y una fama que lo llevó al cine como actor en las películas Allá en el trapiche (1943) y Golpe de gracia (1944).
Al mismo tiempo, las emisoras de la naciente radio colombiana encontraron en sus auditorios (llamados popularmente “radioteatros”) una oportunidad no solo para la música en vivo, sino también para incorporar las risas del público ante los números de aquellos pioneros del humor radial. El más influyente fue Guillermo Zuluaga ‘Montecristo’, quien creó en los años 50 todo un elenco de estereotipos regionales, sociales, generacionales y hasta sexuales, la mayoría interpretados por él mismo en el auditorio de La Voz de Antioquia, que luego la cadena Caracol transmitiría para todo el país hasta finales de los años 80. También desde Medellín, pero sin ser paisas, llegaron Los Tolimenses, el dueto folclórico de Lizardo Díaz y Jorge Ramírez, quienes encontraron en el humor regional y en la identidad “opita” una oportunidad que no buscaron, cuando se les ofreció hacer un número para la inauguración de la televisión en 1954, bautizando para siempre a los inmortales Emeterio y Felipe.
Troya, Luis Guillermo (director). (2001). Así es Todelar [Entrevista al grupo musical Los Tolimenses]. Colombia: Todelar. Archivo Señal Memoria, TDLR-DGW-091694-01
La diversidad también es de risas
Al empezar los años 60, las emisoras multiplicaron su oferta humorística. En la Emisora Nuevo Mundo las risas estaban a cargo de los personajes de ‘El Coloso del Humorismo’ Hebert Castro, nacido en Uruguay pero cuyo éxito lo convertiría en uno de los humoristas radiales más populares de Colombia, permaneciendo en el país hasta los años 80. En Radio Santa Fe se escuchaba El pereque, más orientado al arriesgado oficio del humor político bajo la batuta de Humberto Martínez Salcedo, quien poco antes había ensayado el mismo formato con La cantaleta. Para 1964, apareció La Escuela de Doña Rita, con la cantante Maruja Yepes (quien acompañó en el cine a Tocayo Ceballos), el locutor Armando Osorio Herrera y una extensa generación de actores y actrices que interpretaron las ocurrencias de una maestra, sus pequeños e insoportables alumnos y un incómodo inspector que a diario visitaba el aula. La cuota extranjera también la daban Los Chaparrines, tres cómicos ecuatorianos que venían de la tradición itinerante y familiar de los payasos de circo.
Al finalizar los años 70 el humor seguía siendo un género ineludible en la radio, viendo nacer los chistes verdes de Rosa Helena ‘La Nena’ Jiménez y, desde Cali, al Negro Palomino. Y allí seguían mientras tanto, sin poder ser destronados, Hebert Castro, Montecristo y Los Tolimenses. Para los 80 apareció El Manicomio de Vargasvil, de la infaltable escuela paisa, mientras la televisión, con su propia historia también ya larga, exigía cambiar los formatos y hacer más “urbano” el género, aunque los cuentachistes y los estereotipos regionales siguieron sobreviviendo hasta el presente, sin librarse en ocasiones de un pésimo envejecimiento. Por su parte, todos los caminos del humor se mezclaron desde 1992 en La luciérnaga, nacida de las necesidades del Apagón. Aunque no siempre ponderado por la intelectualidad o por los cánones oficiales de la cultura, incluso de la popular, es innegable que el humor reinó en la radio y en el corazón de la Colombia del siglo XX.
Autor: Felipe Arias Escobar