Caminar por las calles de La Candelaria es como recorrer un museo vivo, uno que resguarda historias que se han vivido, construido y tergiversado a lo largo del tiempo. Estas vías han observado sucesos como el grito de Independencia del 20 de julio, posesiones presidenciales, desfiles militares, crímenes y más.
En este artículo haremos un recorrido por las calles de lo que hoy es el centro histórico de Bogotá, pero que algún día albergaron a la mayoría de su población. Conoceremos sobre algunos acontecimientos que dan cuenta tanto de los cambios como de las permanencias en el tiempo de la capital del país.
Aunque es habitual ubicarse en Bogotá según los números de sus vías, en la Santafé colonial, el virrey Manuel Guirior ordenó que se les pusieran nombres a las calles. Por eso, en la actual localidad de La Candelaria es común observar placas alusivas a esa designación. El cortometraje Ángulos de Bogotá de 1956 muestra algunas de esas vías, como se aprecia en el siguiente fragmento audiovisual.
Dirección Nacional de Información y Prensa (productor). (1956). Ángulos de Bogotá D.E. Bogotá: Dirección Nacional de Información y Prensa. Archivo Señal Memoria, VR-F35MM-851303.
La calle del Camarín del Carmen es una de las que se mencionan en el fragmento anterior. Se encuentra en la carrera 4 con calle 9. Su nombre se debe al camarín de la iglesia del Carmen que se construyó en 1655 y que hoy en día funciona como sala de teatro. Otra es la de la Rosa que queda en la carrera 4ª entre calles 10 y 11. Allí vivió Juan José Francisco de Sámano, un militar español que fue virrey de la Nueva Granada.
En el fílmico de los años cincuenta también se puede observar a la calle de la Catedral que se ubica en la calle 11 con carrera 7, junto a la Catedral Primada de Colombia. El templo inició como una pequeña capilla en el siglo XVI. En 1823 se inauguró con una estructura similar a la actual. Fray Domingo de Petrés se encargó de su construcción con un estilo neoclásico, aunque falleció en 1811 sin verla terminada. De acuerdo con la Arquidiócesis de Bogotá, su discípulo Nicolás León finalizó las obras. Así se ven esas calles en la actualidad:
Otras calles como la de San Agustín, la de Santa Clara, la de San Cristóbal y la de San Bruno deben sus nombres a religiosos católicos. Esas cuatro cuentan historias oscuras; de crímenes. El cronista caucano José María Cordovez de Moure relató los delitos supuestamente cometidos por la compañía de José Raimundo Russi, un abogado boyacense.
1850 fue el año en que los habitantes de la ciudad temieron por la inseguridad que se vivía. Según el libro Reminiscencias escogidas de Santafé y Bogotá, septiembre fue el mes en que los ladrones ingresaron al convento de San Agustín. Cordovez comentó que entraron a lo largo del día para no llamar la atención. Salieron de sus escondites a las diez de la noche, esperando que los religiosos estuvieran dormidos, pero se encontraron con el padre Salavarrieta, hermano de La Pola. Lo amarraron y se llevaron monedas de plata y oro. Cuando los bandidos huyeron, el padre gritó “¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Nos asesinan! ¡Socorro!”. Este acontecimiento fue recreado por la serie El enigmático Dr. Russi, aunque con algunas modificaciones, como que el robo fue a los jesuitas, cuando en realidad fue a los agustinos.
Triana, Jorge Alí (director). (1985). El enigmático Dr. Russi. Bogotá: Producciones Eduardo Lemaitre. Archivo Señal Memoria, VR-UMT-216784.
Otra de las fechorías que aparentemente cometió la compañía fue un saqueo a la casa de la señora doña María Josefa Fuenmayor de Licht, una mujer viuda que heredó las riquezas de su esposo. Su casa quedaba “a cien metros de la Plaza de Bolívar, frente al Capitolio y a la iglesia de Santa Clara”, según se afirma en Reminiscencias escogidas de Santafé y Bogotá. Es decir que, si ocurrieron, los hechos pudieron haber tenido lugar en la calle de Santa Clara o la de San Cristóbal. Sin embargo, las personas que entraron a la casa nunca pudieron ser castigadas, porque la mujer dijo que nada le habían quitado y que la habían tratado “con la urbanidad y atención más exquisitas”.
Triana, Jorge Alí (director). (1985). El enigmático Dr. Russi. Bogotá: Producciones Eduardo Lemaitre. Archivo Señal Memoria, VR-UMT-216786.
De acuerdo con el libro, las calles de La Candelaria de mediados del siglo XIX también vieron un asesinato. Manuel Ferro fue un herrero que se unió a la banda de ladrones Molino del Cubo, pero tras no recibir su parte del bote en un asalto, intentó delatar a sus excompañeros. Ante eso, fue atacado por los miembros de la banda y antes de morir gritó “¡Me asesinan el doctor Russi y los demás ladrones!”.
Triana, Jorge Alí (director). (1985). El enigmático Dr. Russi. Bogotá: Producciones Eduardo Lemaitre. Archivo Señal Memoria, VR-UMT-216787.
El relato cuenta que Manuel Ferro fue asesinado frente a la casa del doctor Russi en la calle de San Bruno que queda en la carrera 2ª entre calles 10 y 11. Por ese hecho, José Raimundo Russi y sus compañeros fueron llevados a juicio. Veintiséis fueron condenados a pasar veinte años en el istmo (hoy Panamá). José Raimundo Russi, Nicolás Castillo, Gregorio Carranza y Vicente Alarcón fueron sentenciados a muerte y fusilados en julio de 1851, según comentó Cordovez.
La Candelaria refleja el pasado de Bogotá, de aquella ciudad que fue fundada el 6 de agosto de 1538 por el español Gonzalo Jiménez de Quesada. Los nombres de sus calles todavía muestran sus lazos con la religión católica y recuerdan algunos de los crímenes que al parecer ocurrieron allí.
Autora: Laura Lucía González.