La ola de violencia que vivió el país en la década de los 80 produjo una reacción política del estudiantado que se tomó las calles para exigir una nueva Constitución Política. Fue así como, tras crearse la Séptima Papeleta, se promulgó una innovadora Carta Magna que abogó por el reconocimiento de la diversidad y el derecho de las minorías. No obstante, para algunos, esta normativa sigue siendo muy utópica, pues al día de hoy varias de esas ideas siguen sin materializarse.
En los últimos años hemos presenciado la formación de distintos movimientos estudiantiles que salen a las calles exigiendo mejores condiciones en educación, salud y empleo. Una situación similar se vivió hace treinta años, cuando los estudiantes universitarios, cansados de la violencia que azotaba al país, marcharon constantemente pidiendo un cambio político.
Los narcotraficantes le habían declarado la guerra al Estado y asesinaron a un importante grupo de figuras públicas, incluidos candidatos presidenciales, que abogaban por un cambio social. Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán fueron algunas de las innumerables víctimas de esos años oscuros. Los estudiantes abandonaron las aulas y se tomaron las calles de manera espontánea para reclamar acciones concretas que permitieran el cese de esa violencia. La Marcha del Silencio fue uno de los momentos más emblemáticos de esas protestas estudiantiles, pues sin emitir una palabra los jóvenes lograron reclamar por un nuevo orden constitucional y por una mayor participación e inclusión social.
Fue así como se consiguió que en las elecciones del 11 de marzo de 1990 para elegir senadores, representantes a la cámara, diputados de asambleas locales, concejales municipales, alcaldes y el candidato del partido Liberal; se incluyera una séptima papeleta exigiendo un plebiscito para conformar una Asamblea Constituyente que se encargara de reformar la Constitución Política de 1886, que ya cumplía 104 años de vigencia. De forma espontánea y haciendo gala de una gran creatividad, los líderes estudiantiles lograron imprimir esta papeleta adicional en los periódicos para que los interesados pudieran recortarla e incluirla en su puesto de votación.
La Séptima Papeleta
Si bien no se pudo determinar el número de personas que participaron con su voto, lo cierto es que el presidente Virgilio Barco no tuvo otra opción que organizar un plebiscito que se articuló con las elecciones presidenciales del 27 de mayo de 1990. El 86% de los votantes aceptaron la creación de una Asamblea Nacional Constituyente que terminó contando con 70 delegados y tres presidentes: Álvaro Gómez Hurtado, Antonio Navarro Wolff y Horacio Serpa Uribe. Los resultados de las deliberaciones en la Asamblea dieron frutos el 4 de julio de 1991, cuando se dio origen a una nueva Carta Magna para Colombia, que en su momento fue vista como una de las más innovadoras de América Latina.
Discurso del presidente César Gaviria en el acto de promulgación de la Constitución Política de 1991, el 4 de julio en el recinto del Congreso de la República
A diferencia de su antecesora, la Constitución de 1991 fue creada con énfasis en derechos y libertades fundamentales. En ese sentido, Colombia pasó de ser un Estado de derecho a un Estado social de derecho, lo cual exige reducir los índices de desigualdad y enfocarse en mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, pero principalmente de los más vulnerables. Para concebir un Estado enfocado en temas sociales, la nueva Carta Magna reconoció que el país es una nación multiétnica y pluricultural, en la cual convergen comunidades indígenas, afrodescendientes, raizales, palenqueras y mestizas.
De esta manera, la nueva Constitución incentivó una democracia participativa y la descentralización, lo que se tradujo no solo en la posibilidad de elegir alcaldes y gobernadores popularmente, sino también en crear un nuevo sistema de salud y diversos mecanismos para proteger a la familia y a las minorías étnicas. En cuestiones religiosas, Colombia dio el gran salto al convertirse en un Estado laico que respeta la libertad de cultos. Finalmente, se crearon distintos mecanismos e instituciones para ejercer vigilancia y control social sobre el buen funcionamiento de las entidades públicas y sus funcionarios, creándose así la Tutela, la Fiscalía y la Corte Constitucional.
No obstante, no todo ha sido color de rosas y si bien la Constitución de 1991 es una de las más respetadas del hemisferio, no siempre ha logrado cumplir lo que se propuso. El acceso a la educación y a la salud continúa siendo una de las tareas por cumplir y aún hoy Colombia es uno de los países más desiguales e inequitativos del mundo. Asimismo, la corrupción y el clientelismo, que se quería acabar con la creación de los entes de control, sigue estando vigente en nuestra sociedad. Así lo manifestó el jurista Manuel José Cepeda en 1997, en el programa “Nuestros tiempos”, conducido por Rafael Pardo Rueda, refiriéndose a la poca alternancia política que se vivía en ese entonces en el Congreso de la República.
Participación política de minorías después de promulgada la Constitución de 1991.
Han pasado más de tres décadas desde la promulgación de la Constitución de 1991 y si bien son muchos los logros sociales que se han conseguido, aún falta un largo trasegar para que todo lo que se propusieron los delegatorios de la Asamblea Nacional Constituyente se haga realidad. Aunque hemos avanzado en el respeto a la diversidad y en los derechos de las minorías, todavía quedan por consolidar distintos aspectos que permitan reducir los índices de violencia, pobreza y desigualdad que siguen afectando a un gran número de colombianos.
Autora: Viviana Arce