El descubrimiento de la tumba de Tutankamón por parte del egiptólogo británico Howard Carter y su equipo, es uno de los principales sucesos de la arqueología moderna. Más que por aquello que hizo en vida, Tutankamón es importante por la manera en la que fue enterrado: cuatro cuartos llenos de joyas y pistas para entender mejor el antiguo Egipto, una tumba mejor conservada que todas las que se habían encontrado hasta entonces. Aunque le decían que su búsqueda era infructuosa, Carter no perdió la esperanza y perseveró hasta encontrar ese primer escalón que abrió las puertas a todo lo demás.
El 4 de noviembre de 1922, en el Valle de los Reyes, la gran necrópolis de Egipto, la tumba de Tutankamón fue descubierta luego de 3.000 años bajo la arena del desierto. El equipo liderado por el egiptólogo británico Howard Carter, que no se rindió ni siquiera durante la Primera Guerra Mundial, encontró un escalón, la puerta de entrada a uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la arqueología, cerca de la tumba de Ramsés VI. El trabajo fue arduo y al día siguiente lograron descubrir la escalera. A finales de ese mes llegaron a la tumba, llena de tesoros dorados.
Héctor Mora estuvo en Egipto en 1997 con El mundo al vuelo, y contó esta historia:
Mora, Héctor (1997). El mundo al vuelo [Escalas presidenciales]. Kenia, Marruecos, Egipto: Colombiana de Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-063227 CLIP 2
Antes de adentrarnos en este suceso histórico, primero lo primero, no seamos irrespetuosos: conozcamos un poco más a nuestro protagonista cuando estaba vivo. Tutankamón fue un faraón egipcio, hijo de Akenatón, que tomó el trono en 1334 A.C., cuando apenas tenía nueve años. Se casó con su media hermana Anjesenamón y tuvieron dos hijas, pero ambas murieron pronto. El rey Tut reinstauró el politeísmo en Egipto y sufrió distintos problemas de salud, incluido el pie izquierdo deforme que lo obligaba a andar con una suerte de bastón. Murió en 1325, sin siquiera llegar a los veinte años de edad. Al morir pasó lo que tenía que pasar: fue momificado y enterrado en una tumba llena de joyas. El desierto se la tragó con el tiempo y la vida siguió su curso.
Lo cierto es que el impacto del descubrimiento de Tutankamón fue más por su tumba que por su obra en vida. En 1922 Howard Carter llevaba varios años buscándola. Estaba un poco obsesionado, de hecho. Y menos mal, porque la tarea era dura y quizás otro habría desistido: los cínicos creían que ya se habían descubierto todas las tumbas, que esa tumba que buscaban era un mito. Pero no él, ni tampoco su equipo, ni su mecenas Lord Carnarvon. Y ahí estaba, bien escondida en el Valle de los Reyes, al oeste de Tebas. Estaba desordenada y con restos de saqueo de hace miles de años. Era evidente que ya había sido profanada. Sin embargo, ahí estaba, maravillosa, con cuatro habitaciones, un sarcófago de piedra con tres ataúdes, uno de ellos de oro sólido, en el que estaba el cuerpo. Esta es la tumba de un faraón mejor conservada que se ha encontrado alguna vez, una capilla de cuatro habitaciones que abrió nuevas puertas al conocimiento del antiguo Egipto, una revolución en la arqueología.
¿Por qué fue tan importante este descubrimiento para la arqueología? Porque puso en práctica nuevas técnicas de trabajo y mostró cómo se debía proceder en esos casos. El uso de luz eléctrica, el registro por parte de un fotógrafo, las notas detalladas, el inventario minucioso de cada tesoro y las tarjetas numeradas para identificar cada artefacto, fueron parte del proceso. Además, también profundizó el conocimiento del antiguo Egipto, a través del arte, la ropa y las armas. Era tan grande la tumba que incluso había murales, gracias a los cuales se pudieron interpretar creencias religiosas. Y, claro, principalmente la tumba de Tutankamón ayudó a entender mejor los rituales funerarios de los egipcios.
Tras el descubrimiento el mundo adoptó un interés renovado en el mundo egipcio antiguo, cosa que no se limitó a arqueólogos o especialistas que ya tenían una curiosidad previa por el tema, aunque sí es verdad que el evento fue un catalizador que inspiró a futuras generaciones a sumergirse en el estudio de la cultura egipcia. No, fue más allá: lo que vino después fue lo que llamaron Tutmanía, una fiebre por conocer todo de esta sociedad a través de la tumba. No por nada hoy conocemos el nombre de Tutankamón, porque trascendió las fronteras académicas y entró en el mundo popular. Es más, películas como La momia, con Brendan Fraser y Rachel Weisz, seguramente le deben mucho a este descubrimiento.
Relatos como el de la maldición de Tutankamón tienen todo que ver con este cruce entre el descubrimiento arqueológico y la nueva vida que cobró en la cultura pop:
Castillo, Boris (2001). El extraño Odeón [La maldición de Tutankamón]. Bogotá: Radiodifusora Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria, RDNC-DGW-015867-01.
Es fundamental señalar que, aunque Carter era inglés, la tumba de Tutankamón y todo lo que se encontró allí quedó bajo el control egipcio. Y no es algo obvio: en esa época, y antes en la Inglaterra victoriana, las relaciones coloniales permitían que los objetos fruto de descubrimientos de este tipo fueran llevados a Europa, bajo la noción de que allá sí podían ser apreciados propiamente. Pero en 1922 el proceso de independencia de Egipto ya había tomado impulso, por lo que el gobierno no cedió y todos los restos quedaron en el país.
Autor: Santiago Cembrano