Ficha Técnica
Actualmente son muchas las efemérides o fechas conmemorativas que más que resaltar un acontecimiento tienen un carácter reivindicativo y, diría, de llamado de atención urgente respecto a los riesgos de la crisis ambiental. El Día Mundial del Loro, no es una excepción, pues busca promover la conciencia sobre los peligros que enfrenta esta especie, una de las más amenazadas en Colombia.
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En nuestro país se han registrado 53 especies de loros, muchas en riesgo de extinción por “la pérdida de su hábitat natural, el comercio ilegal, capturarlas para tenerlas como mascotas y la caza furtiva”, según el Ministerio de Ambiente. Respecto a su captura y el lugar que se les ha dado en el imaginario colectivo resalta la capacidad que tienen algunas de estas especies para emular el habla humana y el uso para el entretenimiento que se les asigna. Es común que en productos culturales de alcance masivo, como programas de televisión, sea esto lo que se resalte. Así lo vemos en el siguiente fragmento de un capítulo de la serie Dejémonos de vainas:
La dicotomía animalidad-humanidad ha justificado la exclusión o marginación ética de los animales no humanos y fundamentando el especismo, trazando un abismo entre el homo sapiens y otras especies animales. Allí la similitud de alguna de esta especies con la humana ha implicado tratos diferenciados; desde la mayor empatía con animales cuyo uso social es el de mascotas hasta la curiosidad y asombro con comportamientos “humanoides” como utilizar y crear herramientas o, como en este caso, poder emular sonidos del habla.
Acorde a la tendencia en los estudios sobre este tema, el “habla” de los loros se limita a la mímesis, no cuentan con el proceso cognitivo y simbólico que implica la comunicación humana, aunque sus capacidades de aprendizaje y de respuesta a estímulos es significativa. Aún así, es uno de esos casos que permite cuestionar el lugar privilegiado y excluyente que se le ha dado a la especie humana, supuestamente por sus capacidades y destino radicalmente especial.
Con ello se sigue tambaleando uno de los fundamentos, al menos intelectuales, del especismo como estructura de dominación que no sólo reproduce la explotación y la violencia hacia animales no humanos sino que les clasifica en uso determinados en provecho de grupos humanos y en detrimento de su vida y bienestar.