La crónica escrita por Antonio de Pigafetta, un navegante italiano, fue el testimonio de la hazaña lograda por Fernando de Magallanes y Sebastián Elcano, cuando emprendieron la que es considerada la primera vuelta al mundo. Gracias a su relato se pudo cambiar la concepción geográfica de la tierra y legaron a Europa la descripción de pueblos y culturas diferentes y nuevas especies animales y vegetales.
Antonio Pigafetta, el cronista que acompañó la expedición de Fernando de Magallanes, nació en Vicenza, Italia, por los años cercanos a 1480, y murió en su patria, posiblemente en 1534.
Fue, además de explorador, un destacado geógrafo y por lo mismo experto en el uso del astrolabio y la brújula y conocedor de la astrología y la cartografía, lo que lo hizo un buen navegante y miembro de la Orden San Juan de Jerusalén en la que sirvió en las galeras que debían detener el avance de Solimán el Magnífico. Después de estar a las órdenes de la República de Venecia y ante la crisis ocasionada por el cierre de las rutas caravaneras que limitó la navegación hacia el cercano oriente, en 1518 se trasladó a España, sin duda atraído por la carrera de las Indias.
Allí se incorporó en la expedición de Magallanes que con 265 tripulantes en cinco naves pretendía la circunnavegación del globo terráqueo a partir de 1521. A bordo de la Nao Victoria, Pigafetta fue uno de los 18 que regresaron a Sevilla en 1522, con Sebastián Elcano. Se le recuerda por haber escrito, en 1524, la Relación del primer viaje alrededor del mundo, hazaña que se hizo cruzando el que después se llamó Estrecho de Magallanes por la Patagonia y pasando del Atlántico a la Mar del Sur, hasta llegar a las Filipinas y luego a España por el sur de África.
El viaje, hecho por órdenes de Carlos I de España, buscaba un paso marítimo hacia las Indias orientales, hacia las Islas Molucas, mejor conocidas como De las Especias, a las que no se había podido llegar a pesar de los viajes de Cristóbal Colón
La crónica
Embarcado con el nombre de Antonio Lombardo en la Nao Trinidad que capitaneó Magallanes, como sobresaliente y, por lo mismo, sin cargo fijo, Pigafetta se desempeñó al poco tiempo como cartógrafo y traductor, en lo que sin duda ayudó el pertenecer a la Orden de San Juan, pues el portugués era miembro de la de Santiago.
A él se le debe la crónica del viaje en la que se hace por primera vez referencia escrita al Mar Pacífico, nombre que le dieron los expedicionarios al mar descubierto por Balboa y al que llegaron el 28 de noviembre de 1521 y que sería el inicio del trágico viaje que se caracterizó por al hambre y las enfermedades al no encontrar sitio seguro de atraque para aprovisionarse de alimentos. El crudo relato del viaje, que incluyó una batalla de la Isla de Mactán en Filipinas en la que murió Magallanes, termina cuando en la nao Victoria capitaneada por Elcano, luego de pasar por Las Molucas, logra llegar al puerto de Sanlúcar de Barrameda, cerca Sevilla donde termina su relato el 8 de septiembre de 1522.
Luego de entregar el relato del viaje a Carlos I, Pigafetta se trasladó a Portugal donde dio otra copia al rey Juan I para, finalmente, retirarse a Italia donde entregó otra a Philippe Villers de l´Isle- Adam, en cuya amistad logró el reconocimiento como Caballero de la Orden de Rodas y de la de Malta.
Era consciente Pigafetta del valor de su relato, al punto de afirmar que en su encuentro con Carlos I no le entregó “oro ni plata, sino cosas que eran a sus ojos mucho más preciosas. Entre otros objetos, le obsequié un libro escrito de mi mano, en el cual había apuntado día por día todo lo que nos había acontecido durante el viaje”. Tan valioso era el relato que cambiaba definitivamente la visión del mundo conocido, que una de las copias fue pedida por el papa Clemente VII.
Una hazaña para el mundo
Su obra, publicada en Venecia en 1536 con el título de Relazione del primo viaggio intorno al mondo, muestra el periplo en el que el protagonista es Magallanes, lo que lo pone en la línea de los relatos caballerescos tan comunes en la época, pues no destaca la acción de otros navegantes, entre ellos Elcano que, finalmente, sería quien completaría la hazaña que cambió la concepción geográfica de la tierra.
Precisamente una de las críticas hechas a su crónica radica en la negación del protagonismo de los capitanes de las otras naos, a quienes no perdonó el motín que realizaron contra el capitán portugués, en el que los insurreccionados fueron apoyados por Elcano, que se opuso a que sus connacionales fueran castigados por Magallanes, quien estaba en su mismo rango de mando.
Pero lo que hace valiosa esta crónica son las descripciones de los indígenas y sus vocablos de los cuales ofrece algunas traducciones y relata sus costumbres y organización social. Destacan sus descripciones geográficas, las variedades climáticas, la diversidad floral y el asombro ante los animales fantásticos que le permiten ofrecer al mundo la visión de una fauna desconocida en forma similar a como lo hacían los relatos fantásticos de los primeros exploradores.
De su crónica sus biógrafos destacan su aguda observación, su afán de preguntar, sus conocimientos científicos, artísticos y literarios, su espíritu religioso, su interés por lo extraordinario y anormal como la sexualidad o el canibalismo. Su crudo relato expresa un realismo de gran alcance acerca del cual Gabriel García Márquez dijo cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982:
García Márquez, Gabriel (orador). (1982). [Palabras de Gabriel García Márquez, ante la Academia Sueca, al recibir el Premio Nobel de Literatura]. Bogotá; Estocolmo: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-078202-01.
Autor: Alonso Valencia