El negocio de las corridas de toros en Colombia

Narrar la tradición: el negocio de las corridas de toros en Colombia
Publicado el Jue, 26/12/2024 - 13:58 CULTURA Y SOCIEDAD
Narrar la tradición: el negocio de las corridas de toros en Colombia

En el artículo anterior comenzamos a ver algunos momentos de la tauromaquia como negocio en Colombia, específicamente la fundación de la Plaza La Santamaría y de Mondoñedo, primera de las “ganaderías de casta” del país. Estas últimas son dispositivos coloniales y modernos que construyen y reproducen la “raza” del “toro de lidia” por medio de la zootecnia. Por su parte, las plazas son el escenario que conecta los procesos por los cuales la cosificación y la violencia sobre el toro se hacen posibles y legítimas, aunque sea para un grupo reducido. Como veremos, entre estos procesos está la narrativa que le brinda un carácter tradicionalista y artístico, basado en la dominación especista.

Hemos visto que cuando las corridas de toros dejan de ser un evento de recreación del orden colonial y sus festividades civiles ―particularmente agasajos a la nobleza, matrimonios y fiestas religiosas― mantienen la función del festejo, ahora de lo que se considera importante celebrar en una república. De esta manera, una plaza como La Santamaría, en donde se hacían corridas para celebrar La Independencia, es un símbolo del arraigo que tiene la tauromaquia en élites dispuestas a promoverla. 

La mayoría de eventos de disfrute a costa de los toros, no solo las corridas, se llevan a cabo en plazas de menor calidad y tamaño. Mas las principales plazas del país son los epicentros en los que se despliega el relato que justifica la tauromaquia. Y son los ganaderos, las empresas taurinas, los apoderados (representantes de toreros), las asociaciones y otros grupos gremiales quienes sostienen la infraestructura económica que hace viable estos espectáculos y quienes realizan tales relatos o estrechan lazos con quienes lo hacen. 

Desde la Colonia se enseña a divertirse violentando al toro, y este referente colonial no ha dejado de estar presente en los discursos hispanófilos y aristocráticos que dificultan cuestionar la tauromaquia allí donde la empatía con el toro emerge. De este modo, el sector taurino argumenta la importancia de un legado español que debe mantenerse porque nos representa como nación, se alude entonces a las ferias y fiestas de ciudades y pueblos a las que los mencionados actores económicos acuden para desarrollar temporadas taurinas. 

Sin embargo, la forma predominante y alabada de esta actividad es apropiada en la república y no en la Colonia, como ya vimos. Por ello, los referentes estéticos y algunos protagonistas de las corridas “patrióticas” (incluidos los toros) fueron “importados” de países como Perú y Ecuador, a donde arribó primero la tauromaquia moderna (la española). Además, las temporadas parten de la promoción de taurinos con influencia política y económica que argumentan la necesidad de incorporar corridas en tradiciones festivas y en ferias organizadas para movilizar económica y culturalmente los territorios. 

Fabricar la tradición: Feria de Manizales 

La Feria de Manizales es un interesante ejemplo de lo dicho, pues como varias tradiciones tiene esa aura de haber existido siempre, pero nace en 1955 inspirada en la Feria de Abril de Sevilla. Con una clara estética y narrativa que enarbola el legado colonial, se llevan a cabo corridas de toros que refuerzan la idea de que esta práctica es una tradición colombiana. No obstante, las temporadas taurinas se deben a las relaciones económicas y culturales propias del capitalismo, aunque lo que se mercantiliza, entre ello la vida del toro dispuesta a la tortura, se narre de manera tradicionalista. 

En seguida podemos ver un documento de 1957 en el que se registra la tercera feria, resaltando su carácter de evento fabricado para incentivar el interés económico por Manizales; esto como parte del cubrimiento que por entonces hacía el Gobierno Militar de los atractivos turísticos del país a través del noticiero Colombia al Día:

Noticias de Colombia y el mundo: Turismo - III Feria de Manizales. DINAPE: Manizales.: Dirección de Información y Propaganda del Estado (DINAPE). Archivo Señal Memoria, UMT-201469. 

Otro elemento llamativo, que ha sido incluso criticado por taurinos colombianos, es que el centro y los mejor pagos son toreros españoles de renombre traídos por las empresas de la “fiesta brava”. En dicho contexto es común que se hable de “la madre España”, ubicando una imaginario de esa nación como la fuente directa de la “cultura colombiana”, que supuestamente incluiría a gran parte del país y su población. 

Por otra parte, frente a la importancia económica de las corridas de toros se ha argumentado que esta genera miles de empleos. Pero como señala el académico y activista antitaurino Carlos Crespo, esta actividad no tiene un registro de los empleos que genera ni de gran parte de los datos económicos con los que poder evaluar su valor para la economía nacional. Teniendo esto en cuenta, podemos pensar que el lugar de las corridas de toros en ferias y fiestas del país es el de un entretenimiento que se ha buscado moldear como tradicional y que podría ser reemplazado por otras actividades que no impliquen una excepción intrincada a la normativa de protección animal vigente desde 1989 (Estatuto de Protección Animal). 

Toreo bufo: lo animal como espectáculo en su mayor expresión

En el pasado artículo referenciamos el toreo bufo, una forma de tauromaquia que revela sin lugar a dudas que este es ante todo un espectáculo cuyo valor depende del disfrute que tengan quienes acuden a las plazas, por lo general, sin el conocimiento especializado de las corridas modernas que las hace una “bella tradición artística”.  

La tauromaquia cómica también es llamada charlotada, en referencia al apodo de Carmelo Tusquellas, quien como doble en una película de Chaplin fuera uno de los pioneros en este tipo de corridas. Las charlotadas recuperaron tradiciones más antiguas de “jugar” a maltratar al toro, en contraste con la seriedad del maltrato artístico de las corridas modernas,  y dado su éxito comercial se extendieron fuera de España. A continuación vemos otro documento de 1957 que nos muestra su presencia en Colombia:

Noticias de Colombia y el mundo: Toros - Toreo bufo en la Plaza La Santamaría. DINAPE: Bogotá D.C.: Dirección de Información y Propaganda del Estado (DINAPE). Archivo Señal Memoria, F35mm-851217. 

El toreo en general, y el bufo en participar, tienen una relación directa con el circo. Aún con su carácter ritual, las corridas de toros en la Colonia ya eran un espectáculo, que en palabras de algunos taurinos aficionó incluso a pueblos indígenas al punto de servir de circo para someterlos. Recuerdan con ello la expresión española de “pan y toros”, que designa una de las funciones políticas de las corridas, la de entretener al pueblo para calmar conflictos sociales.

Pero la relación entre estas dos prácticas históricamente especistas radica principalmente en que, como el zoológico, el circo es un lugar donde la mirada de lo exótico, como característica de lo natural, es un deleite por la dominación, en tanto se conserva una distancia que permite “estar a salvo” a la vez que se saca provecho de eso que es visto: se le mantiene controlado para usarlo, y si es necesario se le manipula, se juega con él y se le violenta.  

En adición, allí tiene lugar una lógica capacitista que pone en paralelo la discapacidad y la animalidad, no es casualidad que antes de las charlotadas fueran toros “defectuosos” los objetos de las formas cómicas de tauromaquia o que en ellas se den espectáculos con personas en condición de discapacidad como el de los “enanitos toreros”, que han sido reprobados una y otra vez por plataformas de representación de dichas poblaciones, siendo un ejemplo el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) de España. 

“Respetar” al animal como objeto tradicional 

Hay quienes consideran que el límite está en lo solemne de la violencia, que solo allí se hace legítima la tortura sobre los animales. Y esta posición es curiosa en tanto coincide con la de considerar que además es una violencia necesaria de cara a la preservación cultural, dada la presencia en múltiples regiones de una tradición taurina. De ahí que se hable de un “amor” por el “toro de lidia”. 

Para referir este punto y dar cierre, traemos un último documento que nos permite enfatizar que, cuando se arguye un respeto y una preocupación por los toros en medio de una ensalzada estética de la violencia, de lo que se trata es de un respeto por el objeto tradicional, no por el animal que siente y quiere vivir, sino por el cuerpo que se ha construido (por medio de la ganadería) como una cosa que está hecha para ser torturada con el fin de ofrecer un espectáculo, pues se considera una herramienta con una función precisa. 

Gómez Córdoba, Gustavo (Director). (1999). De paso. Toros. Acacías: Gustavo Gómez Córdoba para Señal Colombia - RTVC. Archivo Señal Memoria, BTCX30-013903.

Concluimos con reiterar que si no fuera por los actores en posiciones de poder que validan y gestionan la práctica taurina otra sería su historia en el país. Esto puede sonar evidente para muchas personas que reconozcan en la cultura un fenómeno político, en donde lo valorado depende de quienes lo sustentan y promueven. Sin embargo, es una práctica elogiada y usufructuada por élites que tienden a encubrir este carácter político y sectario, en nombre de una legitimidad por décadas extendida.

Por supuesto esto es cada vez más tenso, al punto de prohibirse diversas actividades de tauromaquia, aunque la Ley No Más Olé enfrenta detractores con importantes posibilidades de hundirla. Así que hablamos no solo de élites taurinas, sino de poblaciones campesinas y populares que han aprendido a disfrutar de la parafernalia en torno a la tortura y la muerte del toro. Entonces, una tarea en la que se procura avanzar es el desmonte de esta cultura de la violencia y del especismo. En próximos artículos nos adentraremos más en la lucha antitaurina y en lo explícitamente político de las corridas de toros. 

Por: Camilo Fernández J.

Fecha de publicación original Jue, 26/12/2024 - 13:58