El pintor y escultor pamplonés Eduardo Ramírez Villamizar (1922-2004) hace parte de una generación que abanderó la modernidad en todas las esferas de la vida intelectual del país. Su contribución consistió en lograr que el arte abstracto, tras años de una recepción tímida y esquiva, fuera aceptado ampliamente entre la crítica y el público. Sus esfuerzos se ven reflejados en obras emplazadas en el espacio público, pero también en entrevistas que en distintas épocas el artista concedió a la televisión pública y a la radio cultural.
[Eduardo Ramírez Villamizar, ganador del segundo premio en la gran Bienal de Arte de Sao Paulo, explica los movimientos modernos de las artes plásticas]. HJCK. (1969). Carta de Colombia. Colombia: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-070127-01-SER001CPTDGW
En los años 2020 y 2021 fueron atacados numerosos monumentos públicos dedicados a personajes de la historia de Colombia, en medio de juicios a los hombres plasmados en aquellas estatuas. Aunque las acciones también incluyeron a figuras de la historia reciente, nadie se preguntó por las obras que homenajean al expresidente Virgilio Barco, una de las cuales se levanta frente a la biblioteca de Bogotá que lleva su nombre. La explicación puede estar en que lo último que podría imaginar el visitante, es que aquel monumento está recordando al gobernante cucuteño: no se ve su cara, ni nada que lo retrate. Se trata más bien de una sucesión de triángulos y rombos que bien podrían representar a un murciélago o, esforzándonos mucho, a un ave con sus alas extendidas. Pero resulta que se trata de una abstracción de dos letras V y una B encadenadas que representan las iniciales de Virgilio Barco Vargas.
Mal haríamos en pedir al lector, ahora que lo sabe, que derribe ese monumento. Pero, si tiene reparos con el homenajeado, podríamos también reconocer el valor cultural de la escultura y el legado de su autor, el pamplonés Eduardo Ramírez Villamizar. A este artista, así como a otros de su generación como Edgar Negret, Marco Ospina o Beatriz Daza, debemos que la abstracción se comenzara a apreciar en Colombia como un movimiento legítimo dentro de las artes plásticas, tras décadas de indiferencia en la escena artística nacional, en un retraso que era incluso inusual en un ámbito latinoamericano que ya conocía referentes como Emilio Pettorutti, Joaquín Torres García o Candido Portinari.
[Eduardo Ramírez Villamizar, ganador del segundo premio en la gran Bienal de Arte de Sao Paulo, explica los movimientos modernos de las artes plásticas]. HJCK. (1969). Carta de Colombia. Colombia: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-070127-01-SER001CPTDGW
Ramírez Villamizar había iniciado sus estudios en la Universidad Nacional en 1940, el mismo año del primer Salón Nacional de Artistas. Pero su obra se orientó en dirección a la abstracción geométrica a partir de 1947, cuando conoció a Negret en una estancia en la Universidad del Cauca, quien a su vez las había aprendido del vasco Jorge de Oteiza, formador de una pequeña escuela de vanguardistas durante su corto exilio en Colombia. Luego Ramírez perfeccionará su aprendizaje en estancias en París y Nueva York. A su regreso ya era parte del club de “los modernos”, que no solo le daban un nuevo y decisivo aire a la cultura colombiana, sino que también se tomaban los medios de comunicación. Así lo vio su país, por ejemplo, en un programa de la Radiotelevisora Nacional producido por la crítica Marta Traba, cuyo papel fue decisivo en el enaltecimiento de aquella generación.
De las galerías a las avenidas
En esos años cincuenta los intereses de Ramírez Villamizar estaban en la pintura, si bien su reconocimiento por parte del gran público llegaría a través de la escultura, especialmente de las obras emplazadas en los espacios públicos de su natal Pamplona y de Bogotá. Los transeúntes de la capital se cruzan a diario con su relieve Mural horizontal en el corredor de salida de la Biblioteca Luis Ángel Arango, sus Deciséis Torres (1972) en la parte alta del Parque Nacional, la Nave espacial (1979) que parece despegar del centro de Convenciones, el Espejo de la luna (1981) a los pies del World Trade Center de la calle 100 o, sobre la Avenida El Dorado, Doble victoria alada (1985) y Caracol en crecimiento ilimitado (1985), del cual también hay una copia en la Universidad de Antioquia. Grandes moles de concreto o de hierro que, generalmente, no sabemos quién las hizo pero que se han convertido en hitos de la ciudad. Sea esmaltadas y brillantes, o frías y oxidadas, se convirtieron en símbolos de la renovación del espacio público emprendida a inicios de siglo en la capital: Pórtico (2000) en el Parque Tercer Milenio, el Homenaje muisca (2001) en la biblioteca que lleva el nombre de su amigo Virgilio Barco y, otra vez en la Calle 26, la Puerta de Machu Picchu (2004).
Hoyos, B. (dirección). (1999). Esta es su vida. Eduardo Ramírez Villamizar. Colombia: Inravisión. Archivo Señal Memoria, BTCX30-005436
Pero ha sido su natal Pamplona, con el respeto de la capital, la ciudad que mejor lo recuerda y que ha hecho de su obra el símbolo de una ciudad cuya identidad colonial y barroca jamás ha reñido con la gloria de su hijo abstraccionista. Entre las muchas obras que se aprecian en el Parque Águeda Gallardo sobresale su Custodia (1984), un homenaje a la Catedral de la ciudad de la que hay una copia en el barrio Minuto de Dios de Bogotá. Y frente a esa misma Catedral tenemos una Casa Museo que se ha dedicado a preservar y divulgar este legado y que se ha convertido, no solo en un punto ineludible de visita en este municipio de Norte de Santander, sino también en una de las principales instituciones colombianas especializadas en el arte moderno.
Puede que la mayoría hoy no recuerde el nombre de Eduardo Ramírez Villamizar, pero ahí quedó este artista de la modernidad, en la memoria de la cultura colombiana y en un espacio urbano a veces gris, a veces oxidado, a veces lineal, pero siempre vivo. Y esa abstracción geométrica, en ocasiones tan incomprendida incluso por parte de los propios artistas, gracias a su obra está presente en nuestra cotidianidad.
[Este contenido fue realizado con el apoyo de la Corporación Eduardo Ramírez Villamizar y la Fundación Herencia & Arte. Agradecemos a José Ricardo Ramírez por su valiosa colaboración.]
Autor: Felipe Arias Escobar