La ambientación de series de ficción histórica necesita la búsqueda de referentes visuales, materiales y documentales que ayuden a representar los ambientes y vestuarios en el que se desarrolla la historia, y la cotidianidad de los personajes. Diferentes obras de arte han permitido esta labor, inspirando aspectos como el diseño de la plaza de Santafé y de próceres de la Independencia en la serie Crónicas de una generación trágica (1993).
La ficción histórica no tiene como único objetivo contar los acontecimientos que tuvieron lugar en el pasado; sino también representar las dinámicas sociales, culturales de la época en que está ambientada, así como su cultura material y la vida cotidiana. Esto significa una búsqueda por referentes académicos, históricos y artísticos que permitan crear un contexto y cotidianidad acorde a la época representada, que permita una mayor inmersión del espectador en la historia. La serie de ficción histórica Crónicas generación trágica (1993), basada en una idea de Gabriel García Márquez y que contó la historia de la insurrección criolla santafereña para lograr la Independencia en la Nueva Granada, es un ejemplo de la influencia del arte en las producciones audiovisuales en Colombia.
Rosario Lozano, directora de arte, estuvo al frente del equipo que diseñó la ambientación, locaciones, vestuario y caracterización de los personajes de este programa, ambientado en finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Esta tarea involucró la investigación de referentes históricos: representaciones visuales (pinturas, grabados, fotografías o filmaciones), bienes patrimoniales (mobiliario, vestuario, accesorios, etc.), asesorías de historiadores y consulta de literatura en que se ambienta la producción.
Entonces, los escenarios y personajes no están basados únicamente en licencias creativas del equipo de producción, sino que están inspiradas en parte por las obras y el registro del pasado. Un ejemplo de esto es el diseño de la plaza de mercado de Santafé, uno de los lugares claves donde se desarrolló el levantamiento del 20 de julio de 1810.
Representación de la plaza de mercado de Santafé. Crónicas de una generación trágica, 1993.
La plaza mayor de Villa de Leyva fue la locación seleccionada para ambientar el corazón de Santafé en 1810. Además de pintar las fachadas de los edificios que rodean la plaza, también fue necesario verter tierra en el suelo para ocultar los adoquines y montar puestos de mercado. El estilo de estos últimos, carpas que protegen a los vendedores del sol y la lluvia, se pueden apreciar en estampas y cuadros de vida cotidiana, como la acuarela Mercado popular hecha por Manuel María Paz en 1850. Si bien, esta lámina fue creada posteriormente al proceso de Independencia, no deja de ser un insumo valioso para imaginar y representar la vida en las ciudades en el siglo XIX.
Otro aspecto es el diseño de personajes. Dos ejemplos de esta labor la podemos ver con la caracterización del científico neogranadino Francisco José de Caldas (Juan Fisher) y del político y promotor de los Derechos del Hombre y el Ciudadano Antonio Nariño (Luis Fernando Montoya). Es posible identificar la influencia de pinturas y grabados en el diseño de apariencia y vestuario de estos personajes.
Juan Fisher interpretando a Francisco José de Caldas. Crónicas de una generación trágica, 1993.
La imagen de este criollo, con cabello lacio y corto, patillas cortas cejas gruesas y sin vello facial; comparte similitudes con otras representaciones del prócer como el retrato en grabado hecho por Antoine Maurin para la edición corregida del Semanario de la Nueva Granada en 1849, el grabado realizado por Antonio Rodríguez y publicado en el Papel Periódico Ilustrado en 1883, el retrato al óleo pintado para la colección Franco-Rubiano-Montoya en 1880 y el creado por el artista Pantaleón Mendoza. Reproducciones del busto de Caldas con estas características han circulado también en otros objetos como billetes y estampillas.
Luis Fernando Montoya interpretando a Antonio Nariño. Crónicas de una generación trágica, 1993.
Por otro lado, retratos como el realizado por José María Espinosa hacia 1825 pudo haber inspirado la caracterización de Antonio Nariño en esta serie. La obra de Espinosa es especialmente relevante, pues el artista hizo parte del ejército patriota comandado por Nariño entre 1812 y 1814. A partir de su experiencia allí, el abanderado de Nariño creó una serie de pinturas y crónicas, ganándose el reconocimiento como cronista y pintor de la Independencia.
Autora: Elsa Garzón Ruiz.