El Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica estima que en Colombia hay por lo menos 15.760 víctimas de violencia sexual. Basado en los informes de la Comisión de la Verdad , este artículo reflexiona sobre la centralidad de este delito en el marco de la guerra y sobre las responsabilidades que tenemos como sociedad e individuos para transformar las prácticas que perpetúan estas violencias dentro y fuera de los conflictos.
Pasar por el cuerpo para comprender
El cuerpo nos proporciona la materialidad para existir, los seres humanos nos estremecemos, nos emocionamos, nos asustamos, nos asombramos y todo esto pasa por el cuerpo. El antropólogo francés David Le Breton plantea que vivir consiste en reducir continuamente el mundo al cuerpo, que nuestra existencia es corporal y que ello es lo que quizás nos permite una mejor aprehensión del presente.
Por ello, es inevitable empezar por el cuerpo cuando hablamos de la violencia sexual en los conflictos, en donde este es un territorio de disputa. La Comisión de la Verdad en su informe Hallazgos y recomendaciones señala que las violencias sexuales en el conflicto armado son una expresión de poder sobre la vida y sobre los cuerpos, debido a que la mayoría ocurre en “contextos de indefensión como capturas o retenes; en escenarios de control territorial de las comunidades; o en el contexto de operativos y masacres”. La violencia sexual es un delito que adquiere centralidad en el marco de las estrategias de guerra de los actores armados, en tanto deviene de intenciones de dominación política y económica, mecanismos de control, regulación social y castigo.
Cobos, Néstor (director). (2015). El sol sale para todas. Colombia: RTVC Sistema de Medios Públicos. Archivo Señal Memoria, ND-701175.
A su vez, el informe La guerra inscrita en el cuerpo del Centro Nacional de Memoria Histórica, afirma que “el cuerpo no es solo un lugar de inscripción para la violencia, sino también es un espacio para la imaginación de resistencias (...) también operan como vehículos para actuar en el presente, para resignificar el pasado y llevar el cuerpo hacia otros futuros posibles”.
Comprender sus raíces en nuestra cotidianidad
A pesar del impacto y de la persistencia de la violencia sexual en el marco del conflicto armado colombiano, este hecho victimizante no ha sido visibilizado y denunciado como otros. Una gran parte tiene que ver con nuestras propias construcciones sociales, es decir, con la manera en que desarrollamos cierta tolerancia social frente a esta violencia. Por ejemplo, en los espacios cotidianos (familiares, laborales, educativos) todo esto se traduce en complicidad, normalización o silenciamiento. Así como señala el CNMH “todos ellos fundamentados en repertorios de justificación y culpabilización de las víctimas por esos hechos”.
La persistencia de la violencia sexual en los conflictos va más allá de la confrontación armada o de las disputas territoriales, también tiene que ver con la cotidianidad, con lo que normalizamos y reproducimos como sociedad e individuos en nuestros espacios íntimos y públicos. Sin embargo, el conflicto armado ─desde sus dinámicas, escenarios y actores─ ha posibilitado la exacerbación de esta violencia, profundizando aún más en la impunidad y el silenciamiento de este delito.
A continuación, veremos un fragmento del programa El sol sale para todas, un dramatizado del año 2015, el cual aborda la violencia sexual intrafilas, es decir, las mujeres que se vincularon a la guerra en diferentes circunstancias, y fueron víctimas de violencia sexual dentro de las mismas filas, una mirada que contribuye a la comprensión de la complejidad del conflicto y el rol de las mujeres en la sociedad:
Cobos, Néstor (director). (2015)- El sol sale para todas. Colombia: RTVC Sistema de Medios Públicos. Archivo Señal Memoria, ND-701175.
Investigar, perseguir y sancionar
El Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del CNMH estima que en Colombia hay por lo menos 15.760 víctimas de violencia sexual, no obstante, no podemos perder de vista la dimensión de los subregistros del conflicto armado en Colombia. Los subregistros entendidos por el CNMH como “ese conteo limitado o nulo de los hechos que impide que las cifras que se producen coincidan con las dimensiones reales de la violencia”.
La Comisión de la Verdad señala que las violencias sexuales y reproductivas se agudizaron en el período de mayor degradación de la guerra, es decir, entre 1996 y 2007. Estos informes confirman, una vez más, que todos los actores del conflicto, es decir, guerrillas, paramilitares, fuerza pública, agentes del Estado e incluso grupos conformados post desmovilización, han sido responsables de ejercer violencias sexuales. No obstante, develó que los mayores responsables fueron los grupos paramilitares, seguidos de la ex-guerrilla de las FARC-EP.
Gómez, Patricia (directora). (2009) La vida en juego. Colombia: RTVC Sistema de Medios Públicos. Archivo Señal Memoria, DV-260519.
El Derecho Internacional Humanitario (DIH) reconoce la violencia sexual como infracción, tanto en los conflictos armados internacionales como los no-internacionales. Por su parte, desde el Derecho penal internacional este delito puede considerarse un crimen de guerra o de lesa humanidad dependiendo de sus características particulares.
Al respecto, es necesario poner en consideración el papel de los sistemas judiciales para la eficiente y oportuna investigación de este delito, y que puedan contrarrestar y transformar efectivamente todos aquellos obstáculos que surjan para establecer la denuncia, la imposición social del silencio y la estigmatización de la víctima. Esto es importante en la medida en que un sistema judicial frágil puede producir desgaste, desesperanza y sensación de revictimización.
En todo caso, es deber de los Estados investigar, perseguir y sancionar este crimen, y garantizar escenarios de verdad, justicia, reparación y no repetición de todas las víctimas de violencia sexual.
Resistir e imaginar otros futuros posibles
La violencia sexual ha producido impactos diferenciales en las víctimas, de acuerdo con cada una de las trayectorias de vida, sus contextos personales, familiares y sociales, con el momento de su ciclo vital, su orientación o identidad sexual, entre muchos otros factores.
No obstante, y a pesar de la pluralidad de experiencias, la mayoría de víctimas se afirman en la defensa de la dignidad y la vida. Al respecto, la Comisión de la Verdad señala: “Ante tanta muerte y destrucción, emergió la resistencia pacífica y la defensa colectiva de la vida y la dignidad por parte de miles de organizaciones de mujeres y de lideresas sociales. Ellas han interrumpido el ciclo de violencias y generado rupturas muy relevantes”.
Congreso de la República [Día Nacional de la Solidaridad con las Víctimas] : [Construyendo la Paz: En busca de la reconciliación] / Bogotá: Congreso de la República. Archivo Señal Memoria, DV-260709
Este artículo finaliza de la misma manera en que empezó, por el cuerpo; a partir del cual, se despliegan las memorias de dolor y sufrimiento, pero también las de resistencia y dignidad.
Por ello, hoy en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, en respuesta a estas violencias, desde Señal Memoria identificamos la necesidad de producir otras narrativas, otras maneras de hilar y tramitar nuestros conflictos. Y estamos convencidos de que las memorias y demandas de las víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto nos deben situar como sociedad en un lugar de reflexión, responsabilidad y transformación de las prácticas que perpetúan estas violencias.
Autora: Laura Vera
