El 31 de marzo de 1983, Jueves Santo, la ciudad de Popayán se vio afectada por el peor terremoto de su historia. La historia de sus causas, de las vivencias de algunos de sus habitantes y especialmente de su reconstrucción, es contada por nuestros documentos sonoros y audiovisuales, pero también por quienes vivieron esa tragedia y acompañaron el renacimiento del pueblo payanés.
Inravisión. (1984). Especiales de Colombia: Terremoto de Popayán. Colombia: Inravisión. Archivo Señal Memoria, UMT 205766
Cómo se cayó Popayán
La Semana Santa es uno de los rasgos distintivos de Popayán, un patrimonio cultural que atrae a miles de turistas y peregrinos al año, sin contar con igual número de feligreses que acompañan el recorrido de los pasos y los eventos religiosos y culturales en las iglesias. Aquel rasgo imperecedero de la ciudad fue hace cuarenta años su tragedia. La mañana del Jueves Santo de 1983, mientras centenares de personas se encontraban dentro de las iglesias y otras más se alistaban en sus casas para asistir a las actividades del día, la tierra se estremeció. Más de 250 muertos y cerca de 10.000 damnificados dejaron esos trágicos dieciocho segundos.
Marta Castrillón había regresado a Popayán hacía tres meses, tras vivir cinco años en Bogotá. Bañaba a sus hijas cuando las paredes de su casa se agrietaron, mientras sobre ellas caía tierra amarilla. Un breve estruendo que se convirtió pronto en un largo silencio, mientras salían a la calle a contemplar una ciudad en ruinas. Había escombros y, sobre ellos, miedo e incertidumbre en una ciudad que otra vez se preparaba para celebrar esa Semana Santa que la había enorgullecido por siglos. Sin embargo, era necesario para todas las familias que se encontraban ilesas prepararse para ayudar. Marta recuerda a sus tíos saliendo a remover escombros de la Catedral, a su mamá y sus tías asistiendo en las labores de socorro de la Cruz Roja y a su padre, el escritor Diego Castrillón Arboleda, recuperando los documentos del Archivo Histórico de la Universidad del Cauca, el cual dirigía. Por encima de los bienes propios, estaban la vida de los vecinos y la preservación del patrimonio cultural común.
Y es que a Popayán, según cuenta el profesor Gustavo Wilches Chaux, la había afectado la falta de visión en el bien común. Sus edificaciones del Centro Histórico carecían de mantenimiento, mientras que en el resto de la ciudad sufrieron la falta de conocimiento en sismo-resistencia por parte de los ingenieros civiles y arquitectos que hicieron las construcciones modernas. Las consecuencias fueron años de diseños y cálculos estructurales que no tenían en cuenta ni las técnicas tradicionales de construcción que resistieron la naturaleza por años ni los riesgos geológicos de la zona del Valle de Pubenza. De hecho, la tragedia afectó por igual a barrios de clase alta y media-alta o a barrios populares. Es decir, desde viviendas creadas bajo programas oficiales, hasta ambiciosos proyectos arquitectónicos de particulares.
Cómo se levantó Popayán
Popayán estaba muy lejos de ser la casa de las familias opulentas que con su servidumbre numerosa y los cuantiosos recursos de minas y haciendas, podía permitirse la conservación más o menos adecuada de sus viejas casonas coloniales. El profesor Wilches también recuerda que la modernidad hizo de las suyas cuando, en esas mismas construcciones venidas a menos, los gruesos muros que respondían al riesgo sísmico fueron perforados para instalar redes eléctricas, tuberías y clósets, o hasta fueron derribados para adecuar sus plantas bajas como oficinas o locales. Si la Popayán moderna vivía en peligro, la Popayán colonial vivía en trampas mortales.
Pero si la ciudad estaba materialmente destruida, su espíritu no podía estarlo. Recuerda Marta Castrillón que una de las iniciativas que se desarrollaron para recuperar el casco histórico, fue la creación de escuelas taller. Con apoyo de la alcaldía, Caucatur y el gobierno español, se capacitó a jóvenes de comunidades vulnerables para que asistieran en la reconstrucción o restauración de veintisiete inmuebles y espacios públicos, entre los que se destacaron los trabajos en la iglesia de Las Mercedes y en la bóveda de seguridad del Museo de Arte Religioso. Factores como estos permitieron una rápida reconstrucción del Centro Histórico, con un excepcional respeto por la arquitectura tradicional.
Mientras esto ocurría en el centro, la situación también indujo a que todo el país adoptara en 1984 el primer Código Nacional de Construcciones Sismo-Resistentes. A pesar de las dificultades económicas que nunca se resolvieron en la historia de la ciudad, la reconstrucción se acompañó de procesos con las comunidades, donde fueron ellas quienes lideraron el levantamiento de sus propias casas para evitar el desarraigo y la apropiación de terceros. En ese proceso estuvo también Augusto Espinoza Silva, pionero de la ingeniería sísmica en Colombia. La reconstrucción física era necesaria, pero complemento de la transformación humana y de la conservación o desarrollo de la autonomía económica de las familias afectadas por la tragedia. Un símbolo de aquello se dio pronto en la Semana Santa de 1984, cuando aún había escombros, pero también la necesidad del pueblo payanés de salir a las calles a manifestar el amor por su ciudad y la solidaridad por su gente.
Fonseca, C. (1985). XXII Festival de Música Religiosa de Popayán. Colombia: Radio Nacional. Archivo Señal Memoria, RDNC-DGW-010593-01-SER001CPTDGW
Autor: Felipe Arias E.