Durante la edad media en Europa las tradiciones relacionadas con la alimentación se diferenciaban según el tipo de celebraciones: los banquetes grasos, que se hacían en festividades normales; y los banquetes magros, vinculados con las solemnidades de la iglesia, en las que generalmente se comían carnes blancas, pescados y mariscos. Con estos últimos podemos asociar la penitencia como un ofrecimiento a Dios en forma de ayuno o mortificación, en señal de arrepentimiento o enmienda. Esta tradición fue una de las que nos llegó con la conquista.
Sin embargo, esas costumbres no se traspusieron literalmente a América y se mezclaron con celebraciones y rituales existentes en nuestro continente. Se sabe que los pueblos indígenas hacían dieta en momentos previos a rituales particulares y uno de sus alimentos más frecuentes era el pescado. Así, estas prácticas se asociaron y camuflaron con los rituales católicos.
Semana santa
En el Corpus Christi, por ejemplo, se celebraban por las mismas fechas las fiestas de las cosechas indígenas y, especialmente, en el altiplano cundiboyacense, se hacía la celebración religiosa, con todos sus componentes rituales. Así mismo, contemplaba una parte más relacionada con la festividad, el juego, el licor y la comida.
Las procesiones fueron un espacio de reconocimiento social y colectivo. Estas tenían el componente simbólico religioso, pero a su vez tenía un componente social muy importante en el que se reproducía y reconocía públicamente el orden social de la colonia. La procesión estaba encabezada por el sacerdote y muy cercanas a él desfilaban las autoridades y “personas principales”. Los seguían en su orden los mestizos, los indios y los descendientes de africanos.
El reconocimiento de la diversidad y la aceptación de credos y religiones han ampliado el significado de la Semana Santa. Los símbolos permanecen aunque desconozcamos su sentido.