Ficha Técnica
«He vuelto para besar en cada esquina de tus calles un recuerdo patinado de íntimas nostalgias». (Mi ciudad)
Carmelina Soto Valencia, natural de Armenia, no solo se desempeñó como poeta sino también como artista, periodista, bibliotecaria y hasta auditora fiscal en la Contraloría Nacional de Bogotá.
‘La alondra de América’ como era conocida, durante su adolescencia se interesó por la locución y la recitación, aspectos que influyeron en su trayectoria periodística y poética.
Con una voz independiente y transgresora de la concepción de la mujer como ama de casa y como fecundadora, incursionó en la poesía hacia 1941 con su obra Campanas del alba que nació en el seno del Piedracielismo, movimiento al que ella misma calificaba como accesorio. Otras de sus obras fueron Octubre (1953), Tiempo inmóvil (1974), Un centauro llamado Bolívar (1983) y su libro póstumo La casa entre la niebla (2007).
Perteneció a la misma generación de Maruja Vieira, Dora Castellanos y Meira Delmar, una en la que apenas las mujeres eran reconocidas como poetas y una en la que muchas de ellas, sumisas aceptaban su rol de mujer impuesto por los prejuicios de la época.
Al respecto, Carlos Alberto Castrillón académico que ha estudiado su obra afirma que Carmelina fue “una mujer autónoma tratando de configurar una poética propia, en un medio cultural hostil a ambas opciones. Con poemas agresivos y provocadores, con una actitud insumisa y antimaternal, es una poeta con una palabra distinta".
A propósito de ello, en la sección “Lectura de la poesía colombiana” de la Señal de la Mañana, escucharemos su poema Canción para iniciar un olvido en la voz de Darío Fernando Patiño.
Por: Alexandra Castro Suárez