Los contra monumentos: dignificación de las víctimas | Señal Memoria

El arte se ha constituido como un gran archivo de memoria y un patrimonio de nuestra sociedad. Desde su pluralidad de lenguajes, dispositivos y narrativas se ha convertido en un espejo que –a veces– logra confrontarnos con las ruinas, el horror y los silencios impuestos por la guerra. 

Este fragmento del programa Estéticas en tránsito, arte en Colombia del año 2005, dirigido por Lucrecia Piedrahita Orrego, nos aproxima –entre otros artistas–, a la trayectoria de Doris Salcedo, una artista bogotana que ha situado su trabajo en las coyunturas de la política colombiana, las preguntas por el dolor, el vacío, el desarraigo y la guerra misma. Y nos remite a la relación entre arte y memoria, y a las maneras en que el arte contemporáneo ha abordado preocupaciones, interpretaciones y contraposiciones sobre la memoria y la historia.

Al respecto, hoy queremos hablar del contra monumento, que en principio desafía la iconografía del monumento tradicional. Los contra monumentos aparecen después del Holocausto y en la posguerra de Vietnam, en donde los artistas y arquitectos, –atravesando la experiencia de la pérdida de la guerra– encuentran innecesarios los monumentos que evocan los triunfos bélicos, y más bien, orientan sus obras a la conmemoración y dignificación de las víctimas. Siendo este un giro fundamental en las maneras de hacer memoria, en particular, en el espacio público. 

En el caso de Colombia, como parte del Acuerdo de Paz firmado en el año 2016 entre el gobierno y la guerrilla de las FARC, se le encargó a Doris Salcedo la creación de un monumento para la paz, el cual, debía realizarse con la fundición de las 8.900 armas entregadas por esta guerrilla. 

Frente a ello, la artista consciente de que un monumento podría presentar una visión triunfalista del pasado bélico de nuestra nación, decidió construir un contra monumento. Su propuesta fue utilizar el metal fundido de las armas para construir el piso de un lugar, en el cual, a partir de tres conceptos –silencio, ruina y vacío– se pudiera rendir homenaje a las víctimas.

En consecuencia, el arte –en sus diversas formas– también puede transformarse en un escenario de reflexión, denuncia y duelo para las víctimas. No obstante, la relación entre el arte y la memoria, por cuestiones éticas y estéticas, siempre estará en permanente reelaboración.