Ficha Técnica
La ganadería es una de las principales causas del cambio climático y, según cifras de la FAO, América Latina es la principal región emisora de Gases de Efecto Invernadero (GEI) provenientes de dicha actividad, principalmente por la producción de carne de vaca y leche.
Hoy, Día Internacional contra el Cambio Climático, y en consonancia con la COP16 que se realiza en Colombia, vale la pena poner en discusión nuevas herramientas que nos permitan abordar de forma crítica y profunda el impacto humano sobre el medio ambiente.
Así, retomando lo propuesto por el filósofo Ivan Darío Ávila en el foro PreCOP16 de la Universidad Nacional, abordaremos brevemente la categoría de extractivismo animal, para de paso cuestionar enfoques del problema ambiental de la ganadería que no se han transformado lo suficiente desde los años setenta. En esta década del siglo XX se comienzan a potenciar las preocupaciones ambientales, y se hacen críticas a la ganadería por sus efectos. Así lo evidencia el siguiente fragmento de una teleclase que es continuadora de esa creciente alerta ambiental:
Más tarde, a la denuncia de erosión de suelos se sumarán la de emisiones de GEI, contaminación de suelos y cuerpos hídricos, deforestación (que aumenta el riesgo de epidemias), ingente uso de agua e ineficiencia energética (al ser mucho menor el costo energético de una dieta vegetariana).
Ávila hace referencia a los extractivismos, retomando la conceptualización de Gudynas, quien los define como “un tipo de apropiación de recursos naturales en grandes volúmenes y/o alta intensidad, donde la mitad o más son exportados como materias primas”. Así, de acuerdo a ciertas condiciones de las economías nacionales, la ganadería y la pesca pueden ser formas de extractivismo animal.
Gudynas ha reiterado que el extractivismo se define por su fundamento en la globalización, donde la demanda mundial de ciertos productos concentra daños sociales y ambientales en las economías dependientes de la exportación de materias primas, las del sur global.
Así, vemos ampliarse los territorios ganaderos y la frontera agrícola con monocultivos, en gran medida destinados a alimentar animales para el consumo, a costa de la deforestación de la selva Amazónica y demás bosques de la región. Este y otros daños vienen acompañados de los efectos sociales del extractivismo, que incluyen el desplazamiento forzado, la ineficacia y ambigüedad de normativas de protección ambiental, la dificultad en el cumplimiento de metas de conservación y restauración de ecosistemas, la violencia contra activistas y líderes y la corrupción para encubrir todo ello y aumentar ganancias económicas.
Aunque no toda forma de explotación animal es extractivismo, vale la pena resaltar un elemento poco tenido en cuenta al denunciar este tipo de apropiación, y es que, ya sea para consumo local o internacional, el asesinato diario de miles de millones de animales en nombre de una supuesta seguridad alimentaria, además de implicar múltiples formas de violencia, se funda en el mantenimiento de una dieta que tiene alternativas y se asienta en la dominación animal, el especismo.
Por: Camilo Fernández J.