Hoy se lleva a cabo el Día Mundial Marítimo, que implica una serie de eventos principalmente promovidos por la Organización Marítima Internacional (OMI) con el fin de hablar del crecimiento, la sostenibilidad y la inclusión en las actividades productivas y comerciales que se llevan a cabo en los mares alrededor del mundo. En este contexto, es importante hablar de los impactos de la actividad humana en los ecosistemas marinos y en los miles de millones de vidas sintientes que los componen y habitan.
Una actividad que durante siglos se desarrolló y que alcanzó niveles masivos con su industrialización en el siglo XX fue la caza de ballenas. Dado que la matanza sistemática de estos animales llevó a que muchas especies estén en peligro de extinción y que la demanda de aceite de ballena se redujo significativamente, en 1986 se prohibió con ciertas excepciones. Sin embargo, en 2019 se retomó la caza comercial en Japón, país que como varios otros venía justificando el asesinato de ballenas como caza científica, práctica que está permitida por sus supuestas contribuciones a las sociedades humanas. En el siguiente fragmento de un capítulo del programa “Mundo sorprendente” de 1999, encontramos una referencia a esta recordada práctica y a los riesgos más recientes que enfrentan las ballenas:
Dávila, Elvia Lucía (Dirección). (1999). Mundo sorprendente Capítulo 77- La muerte del Leviatán. Inravisión, Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30-011909.
Actualmente, la caza de ballenas es ampliamente rechazada y principalmente por dos razones. La primera es el impacto ambiental que acarrea la reducción y desaparición de especies, pues desestructura los ecosistemas y tienen un consecuente daño para la vida humana. La segunda razón es quizá menos antropocéntrica, y tiene que ver con los conocimientos que se han ido acumulado sobre las ballenas, según los cuales varias de estas especies tienen extraordinarias capacidades sociales, siendo la comunicación a través de sus cantos la que más despierta admiración.
El antropocentrismo implícito en estas razones para rechazar el asesinato de ballenas, refiere a que antes de considerar que la vida de estos seres tiene un valor por sí mismo, lo que se valora es lo necesarias que son para mantener la vida humana o lo bellas que resultan al reconocerlas como animales especialmente inteligentes, de alguna manera “más cercanos a nosotros”.
Enfatizando en los efectos de la explotación económica de los océanos, queda preguntarse qué es lo que sigue justificando que no se rechace ampliamente la violencia infligida minuto a minuto sobre millones de animales de diversas especies. Los constantes descubrimientos sobre la complejidad de la vida animal y aún sobre los riesgos ambientales catastróficos de su explotación, no suelen ser suficientes ante los imperturbables intereses económicos detrás de prácticas de nocivo impacto como la pesca, y aún están lejos de conmovernos al punto de cuestionar nuestras prácticas de consumo y transformar la justificación más o menos consciente que hacemos de ellas.
Tanto los ecosistemas marinos y terrestres, como las ciudades altamente pobladas están llenas de otros seres no humanos que como nosotros quieren vivir. El especismo es el orden de dominación que posibilita la violencia sobre estos seres y se articula de manera profunda con el capitalismo, modo de producción que propicia la mercantilización de todo cuanto sea posible y que ha demostrado una y otra vez que ni la sostenibilidad y muchos menos la vida animal libre de violencia son posibles en un contexto global de explotación, precariedad laboral y políticas de protección ambiental y animal aparentes y poco efectivas.
Por: Camilo Fernández J.