Panamá y Colombia, más juntas de lo que creemos | Señal Memoria

Panamá y Colombia
Publicado el Dom, 03/11/2024 - 23:17 HISTORIA Y COYUNTURA POLÍTICA
Panamá y Colombia, más juntas de lo que creemos

El 8 de mayo de 1924, tras veintiún años de tensiones con Estados Unidos, Colombia al fin reconoció la separación de Panamá. A un siglo de relaciones diplomáticas, conviene recordar un patrimonio histórico que no solo fue compartido por ambas naciones, sino que también fue fundamental en la configuración de sus identidades. El olvido de esa historia común en ambos países tiene mucho que ver con el deseo de entenderse como realidades históricas y culturales separadas, para las cuales lo que se consumó hace cien años era inevitable.

 


Oficina de Información y Propaganda del Estado. (1956). Colombia al Día: Noticias de Colombia y el mundo no. 10. Colombia: Odipe. Archivo Señal Memoria, F35MM 851254

 

Panamá antes de Colombia

La cercanía conectó durante milenios, cuando ese invento reciente de las repúblicas no estaba ni en planes. El Istmo y el Darién fueron un corredor de migraciones vegetales y animales por donde entraron el ser humano, posiblemente el maíz y hasta las lenguas que darían origen a la familia chibcha. Allí los conquistadores europeos se enteraron que el Pacífico existía y transformaron los propósitos de su invasión, adentrándose cada vez más en el continente. Al fundarse Ciudad de Panamá, de aquel lado, se despobló Santa María La Antigua, de este lado, un acto que luego inspiró el levantamiento de cabezas de playa en Santa Marta y en la aún más cercana Cartagena.

El intercambio comercial, político y cultural siguió siendo inevitable en los siglos coloniales, como lo recuerda un libro de historia de la Nueva Granada y sus caciques muiscas, finalizado en Panamá Viejo hacia 1680 por Lucas Fernández de Piedrahita, un obispo bogotano que venía de ser secuestrado por piratas ingleses en San Andrés y Providencia, las mismas islas que en 1803 pasarían a administración neogranadina por efecto de un contacto cada vez más intenso con los puertos de tierra firme. Así que esa Panamá y esa Colombia que hoy se siguen disputando la paternidad de la cumbia, eran desde la Colonia escenarios de algunas historias comunes. Y la llegada de la Independencia también se daría en esa clave: la patriota Cartagena quedó en medio de los bastiones realistas de Santa Marta y Panamá, a donde buscaban refugio los monárquicos que llegaban a refugiarse desde Honda, Mompox o Buenaventura. Y así llegó 1821, cuando la adhesión de Panamá a la Gran Colombia fue planteada y declarada al momento oportuno de conocerse que ya toda la Costa norte era de los independentistas.

Ritter, J. (1983). Simón Bolívar 1783-1983 – 200 años de gloria. Colombia: Inravisión. Archivo Señal Memoria, UMT 202657 

 

Colombia antes de Panamá

Por supuesto, había una república y no necesariamente un Estado-nación, otro invento todavía más reciente que exige un proyecto político y cultural cuya formación tomó varias generaciones. En ese camino, se ensayó la posibilidad de creer que Panamá era parte de una nación colombiana, idea que por lo general fue acogida a ambos lados del Darién. Fue allí cuando los experimentos constitucionales de turno fueron acogidos con el mismo entusiasmo en Medellín, Tunja o la Villa de Los Santos. También cuando Tomás Herrera era un caudillo militar que separó Panamá en 1840, con la misma energía con que derrotó en 1851 a los esclavistas en Antioquia o buscó tomar el poder en Bogotá en 1854. Hasta esas guerras civiles que avergonzaron la memoria de ambos países en el siglo XX fueron formas de hacer política promovidas a ambos lados de la frontera, como cuando el cartagenero Pedro Prestán levantó sectores populares desde Portobelo hasta Riohacha, cosa que olvidamos tanto como el hecho de que su ahorcamiento en Colón fue concertado con las mismas élites panameñas que solicitaron desembarcos norteamericanos por décadas.

Ya también se ha olvidado que ese fue un siglo donde Justo Arosemena escribió sobre la singularidad histórica del Istmo, al tiempo que apoyaba el proyecto radical para toda la Unión en la Convención de Rionegro y representaba como diplomático los intereses limítrofes de Colombia. También fue el siglo donde Gil Colunje se erigió como primer novelista de Panamá, olvidado aquí a pesar de haber escrito La virtud triunfante veinte años antes de la María de Isaacs y de escribir buena parte de su obra intelectual en una hacienda de la Sabana de Bogotá idéntica a las habitadas por Caro, Pombo o José Manuel Marroquín, exrector de la Universidad del Rosario igual que Colunje. 

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Otro símbolo de la nación naciente, la Universidad Nacional, ya casi no recuerda entre su alumnado a próceres panameños como Carlos Antonio Mendoza, Ciro Luis Urriola o Salomón Ponce Aguilera. La Universidad de Cartagena, que nació con el Istmo en su apellido como pionera de la educación pública en la Costa, tuvo entre sus egresados a Manuel Amador Guerrero, Eusebio A. Morales y Manuel Espinosa Batista, dirigentes separatistas nacidos más cerca del río Magdalena que del Chagres.

Luna, J. (director). (1983). Contra viento y marea: Rafael Núñez. Capítulo 8: Una Constitución para ángeles. Colombia: Promec. Archivo Señal Memoria, UMT 216604 

 

Colombia y Panamá, separadas y paralelas

La separación igual llegó en 1903, tras una suma de sentimientos e intereses cuyo protagonismo en los hechos aún disputa la historiografía de ambos países. Y allí estuvo también la oposición de Pablo Arosemena y Belisario Porras, quienes comprendieron pronto que sus ideas liberales no tendrían en Colombia el mismo espacio que les ofrecía la nueva república. También estaba un José Domingo de Obaldía que, por si la conspiración fracasaba, mandaba telegramas a Bogotá desmarcándose del movimiento, o un Juan Bautista Pérez y Soto, quien de no haber optado por seguir siendo colombiano le habría legado a Panamá una rica colección de arte y documentos históricos que acá se estudia muy poco. 

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Con todo y separación, las historias comunes pudieron seguirse dando. La convención panameña de 1904 dejó una versión de la Constitución colombiana de 1886 mucho más liberal y garantista, con un espíritu de renuncia a las guerras civiles y la intolerancia política idéntico al de las constituyentes reunidas en Bogotá en 1905 y 1910. Y mientras Panamá inauguraba el Canal de la discordia con un alto porcentaje de mano de obra colombiana, del lado suramericano venían de exhibir su versión más modesta de orgullo capitalista con la Exposición del Centenario y el florecimiento de Barranquilla. Al mismo tiempo, ambos estados encargaban sus propias versiones modernas del pasado: la Historia de Colombia de Henao y Arrubla y el Compendio de historia de Panamá de Arce y Sosa, redactada con una notoria amabilidad hacia Colombia. Como largo epílogo, la intromisión yanqui incubó las ideas antiestadounidenses de Arnulfo Arias o Laureano Gómez, ambos tan influyentes en la política de sus países en el siglo XX, como decididamente conservadores y racistas.

La consumación de todos esos olvidos inició en 1924, hace cien años. Ese año el profesor panameño Nicolás Victoria, hijo del proyecto educativo de la Constitución de Rionegro, se acreditó como embajador ante el presidente Pedro Nel Ospina, el general que en 1885 ordenó el ahorcamiento de Prestán en Colón...

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Autor: Felipe Arias Escobar

 

Fecha de publicación original Dom, 03/11/2024 - 23:17